lunes, 5 de septiembre de 2011

De cualquier cosa se aprende

Acaban de llegar de una reunión a la que casi, casi lo llevó a empellones. Él, en la fiesta no para de hacer mala cara hasta que encuentra en el bar una mujer que solo por el hecho de no ser "su mujer" ya es atractiva y por supuesto más sexi y que le roba todas sus miradas. Lógicamente, también es mucho más joven que la propia... eso sí. Ella –la esposa- lo mira asombrada primero y luego obviamente molesta, se acerca a ellos y nota que el tipo –su esposo; el de la mala cara- con la nueva mujer y posible futura conquista, es atractivo, seductor y hasta atrevido. Se observan en su sonrisa y su mirada las ganas de vivir y de “cazar”; Cosas que con ella desde el momento en que le dio el sí frente al altar no experimenta más.

Al llegar a casa Ella, le recrimina diciéndole: A mí me toca el hombre gruñón, que no desea salir de casa y solo quiere ver televisión sentado en un sofá, mientras en la calle eres el sujeto agradable, sonriente, bromista, lleno de gracia y ganas de vivir y divertirse; contemplé de nuevo allí el hombre que una vez conocí y del cual me enamoré. Me preguntaba ¿Qué había pasado con Él? ¿A dónde había ido a parar? Y resulta que lo encuentro de nuevo pero ya no para mí.

Eso sucedió en sexo en la ciudad 2. En realidad las películas están plagadas de escenas de la vida real y son tan reales como la vida misma. Hmmmmmmm. ¿Por qué el matrimonio nos cambia tanto? ¿Qué es lo que hace que nos sintamos tan seguros del otro como para suponer que no se va a cansar de nuestros nuevos comportamientos de "esposos"?

Como siempre; algo tan trivial como una mala película o incluso un mal libro me deja pensando pensamientos pensantes. Eso es lo que refuerza mi tesis sobre lo malo o lo bueno. Ya que en cualquier cosa encontramos situaciones que nos tocan y ponen ideas en nuestras mentes y de las cuales por supuesto siempre podemos aprender un poco.

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