domingo, 11 de septiembre de 2011

¿Nos estaremos haciendo viejos?

El viernes pensamos en salir a bailar. Imaginamos que sería rico salir los dos y poder hablar un rato. Había una rifa de un grupo al que pertenece mi esposo y la fiesta era con orquesta, además creímos que no importaba si habría gente conocida o no, pues era una salida en pareja. Una de esas salidas que realmente nunca o casi nunca hacemos.

Llegamos al sitio, ya había muchas personas y no reconocimos a nadie. Nos ubicamos en un sitio lejos de bafles o fuentes de sonido pero desde el que pudiéramos ver todo el salón. Se nos acercó una mesera amable y simpática y como no bebemos procedimos a pedir cada uno una cerveza que hubo que pagar por anticipado y además llegó al cabo de media hora caliente y acompañada de una jarra de hielo. Además era de una marca que no nos gusta. Poner cerveza en un vaso y agregarle hielo no es la idea, así que introdujimos una de las botellas entre la jarra con los cubitos a ver si se enfriaba un poco. Llegaron unos conocidos y los invitamos a nuestra mesa, lo cual no fue buena idea pues inmediatamente empezó a sonar la orquesta con canciones que no conocíamos y unos ritmos que eran mezclas realmente terribles; pero el problema real fue que no podíamos hablar ni siquiera entre nosotros, menos con nuestros compañeros de mesa. La música era tan estridente que no había forma de hacerlo.

Decidimos bailar una pieza y al acercarnos a la pista el ruido fue aun peor, la gente parecía que se divertía pero la mayoría lo hacía ya "entonado" por más de los tragos que deberían tener entre pecho y espalda.

Regresamos a la mesa, reemplacé la botella de cerveza que ya el esposo había consumido por la mía y nos fueron presentadas otras personas que se habían unido a los amigos, nos miramos, terminó el consorte la botella de cerveza que yo había apenas probado; miramos la fila de meseros y nos dimos cuenta que si pedíamos algo más se tardarían por lo menos media hora en traerlo, me dijo entonces el consorte; creo que es hora de irnos. Eran apenas las 10 de la noche, pero estábamos hartos. Nada de lo que allí había nos gustaba. Nos despedimos de todo el mundo y salimos a la noche fresca y silenciosa. Subimos al carro y nos fuimos para la cuadra del barrio en la que vivimos durante muchos años. Llegamos a la tienda donde están también los amigos de siempre, nos saludamos, pedimos la cerveza que le gusta a mi esposo y estaba fría y rica, yo tomé agua ya que ahí no me dio pena pedir lo que realmente deseaba, hablamos de muchas cosas, contamos chistes y luego de dos horas más, después de muchas risas nos abrazamos y nos despedimos de todos. Finalmente lo cotidiano es lo que nos gusta y lo que disfrutamos y la gente que conocemos de siempre es con la que nos gusta estar.

Ayer noche vinieron a casa unas personas que más que amigos son familia, con ellos compartimos una comida sencilla y preparé además un muy rico y caliente “canelazo” (Agua de panela con canela, rodajas de limón y naranja y por supuesto aguardiente), somos poco amantes del licor pero empezamos escuchando música a buen volumen de charla, pero había partido y lo vimos al igual que un programa de concurso. Invitamos a nuestros queridos amigos a ver televisión con nosotros. Fue una velada muy agradable al lado de las personas que queremos y que nos quieren.

¿Será que nos estamos haciendo viejos cuando el ruido nos molesta? ¿Será que a cierta edad ya no deseamos conocer gente nueva pues nos sentimos tranquilos y relajados con las personas de las cuales nos hemos ido rodeando a lo largo de la vida?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Aquellas cosas que no me gustan

 Aquellas cosas que no me gustan Aquellas cosas que no me gustan, sencillamente porque soy cansona. Trato de odiar poco, así que esa palabra...