Osiris
No podía creer que en serio lo hiciera. Le dijo que llegaría a conocerla en persona y a despedirse. Y ella no lo creyó realmente. Pero había pasado. Supo inmediatamente que ella, su amiga del alma. Había partido sin dolor y con una sonrisa en el rostro; cuando al mirar al cielo las nubes formaron el rostro de todas las fotografías conocidas.
No podía creer que en serio lo hiciera. Le dijo que llegaría a conocerla en persona y a despedirse. Y ella no lo creyó realmente. Pero había pasado. Supo inmediatamente que ella, su amiga del alma. Había partido sin dolor y con una sonrisa en el rostro; cuando al mirar al cielo las nubes formaron el rostro de todas las fotografías conocidas.
No tuvo tristezas
en ese mismo instante. Exhaló un suspiro tan hondo y tan audible que las
nubes retornaron a sus posiciones originales y el rostro dejó de verse en
ellas.
Un segundo después
las aves se posaron en el brevo y guardaron silencio unos segundos. Las
miró, y sintió como se le apachurraba el
corazón. Fue entonces cuando todos los botones de rosas y de flores se
abrieron uno a uno y como en cámara lenta; y el perfume se hizo intenso y de nuevo
la vida fue la misma.
¡Ay m’ija!
Otro ángel aguardándome en el cielo. Te recomiendo que busques a mi
abuela, a mi hermana Lucía a su hija, a mi suegra y que compartas en ellas toda
la cháchara que ahora no me darás ya más.
Te quiero.
(Mira las
pendejadas que me haces imaginar y escribir mi querida Osiris) Espero que falte
mucho para que me regales una despedida como esta.
Te quiero.
Patricia Lara P.
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