sábado, 30 de agosto de 2014

Osiris



Osiris

No podía creer que en serio lo hiciera.  Le dijo que llegaría a conocerla en persona y a despedirse.  Y ella no lo creyó realmente.  Pero había pasado.  Supo inmediatamente que ella, su amiga del alma.   Había partido sin dolor y con una sonrisa en el rostro;  cuando al mirar al cielo las nubes formaron el rostro de todas las fotografías conocidas.
No tuvo tristezas en ese mismo instante.  Exhaló un suspiro tan hondo y tan audible que las nubes retornaron a sus posiciones originales y el rostro dejó de verse en ellas.
Un segundo después las aves se posaron en el brevo y guardaron silencio unos segundos.  Las miró,  y sintió como se le apachurraba el corazón.  Fue entonces cuando todos los botones de rosas y de flores se abrieron uno a uno y como en cámara lenta; y el perfume se hizo intenso y de nuevo la vida fue la misma.
¡Ay m’ija!  Otro ángel aguardándome en el cielo.  Te recomiendo que busques a mi abuela, a mi hermana Lucía a su hija, a mi suegra y que compartas en ellas toda la cháchara que ahora no me darás ya más.
Te quiero.
(Mira las pendejadas que me haces imaginar y escribir mi querida Osiris) Espero que falte mucho para que me regales una despedida como esta.
Te quiero.
Patricia Lara P.

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