viernes, 22 de agosto de 2014

Mariposa





Mariposa la llamaban porque siempre andaba flotando en las nubes. Amaba las flores y las bebidas dulces y deseaba un día poder regresar a su crisálida para volver a ser mariposa por siempre.   Era la historia que le habían contado.   Si Mariposa lograba regresar a su crisálida, sería inmortal; y la inmortalidad le atraía  mucho.
Ideaba en la forma de hacerlo.  Miraba los nidos de las aves; pensando en extraer de ahí la seda para su crisálida nueva.  Los veía toscos y seguramente incomodos para estar ahí por 5 largos días incluidas  sus noches.  Esa incomodidad seguro le estropearía no solo sus alas y sus dos bellas antenas sino que le quitaría también sus hermosos y prístinos colores.
Observó las plumas de las aves y pensó en que tendría mucho trabajo quitándoles la parte dura que tienen para dejar solo la suave y calientita.  Aun cuando también pensó que si tuviera tiempo serían una agradable opción.
El pasto era muy duro, el cabello de las niñas muy cortante para su gusto y su delicada contextura; los hilos de los vestidos muy largos y complicados de tejer y además algunos muy llamativos lo que podría ocasionarle problemas con las aves y los niños que normalmente jugaban en el parque.
Cansada de pensar y desechar un material y otro, vio a lo lejos algo que brillaba tanto que la hacía apachurrar los ojitos.  Se fue acercando con cautela y fue tal su alegría que sin pensarlo dos veces se lanzó sobre lo que consideró el material idóneo.
La araña negra y patona se relamía de placer al ver a la dulce Mariposa enredarse más y más en su casa de hilos dorados y resplandecientes pero que también se había convertido en una tumba muy bella.
Patricia Lara P.

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