Voy caminando metida en mis pensamientos. Así como la gente ahora
con el celular en el que tiene wasap, Facebook, twitter, google y todas las
cuentas de correo electrónico conocidas y un par aun por conocer.
De pronto siento un dolor agudo, furibundo en uno de mis pies. Veo
estrellas, puteo, me agacho a sobarme y mi cabeza golpea la pared. Ahora
levanto las manos y quiero tocarme el chichón o recoger la sangre que seguro
brota a raudales de la herida que me acabo de infringir y recuerdo mi
pie.
¡No sé qué hijuemadre hacer! Para situaciones como esta, uno
necesita más manos, más cerebro y menos dolor.
Por fin decido hacer las cosas en orden y miro para abajo sin inclinarme
pues no quiero darme otro “tiestazo” y ahí si perder la conciencia primero y la
poca razón que me queda después. Pero siento que algo tibio corre por mi
frente. ¡Ahora si me fregué carajo! Me rompí la carraca y acabo de
ver con lágrimas en los ojos que mi dedito está curvado de manera extraña.
¡Mejor
dicho! No solo metí la pata. Al
parecer, cada que me dicen que soy cabecidura me mintieron.
Patricia Lara P.
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