sábado, 16 de agosto de 2014

Lo que se espera





Caminaban en medio de una noche oscura.  Acababa de molestarse mucho; pues un joven sentado en una de las sillas del parque, le había pedido; incluso de mala manera que se hiciera a un lado ya no lo dejaba ver.  Miró qué era lo que obstruía y no era nada.  Aun así el tipo insistió en que se hiciera a un lado.  Lo hizo mordiéndose los labios de rabia e impotencia.  Y vio que de todas formas la miraba.  Y lo recordó como el imprudente de las horas de la mañana.  Se le había acercado preguntando "bobadas", y solo con el ánimo de entablar conversación.  Y ella, lo había mandado a la porra sin titubeos. 
Ahora pensó que seguro deseaba llamar su atención,  pero ella lo olvidó al mismo instante en que la idea acarició su mente.
Esperaba a su esposo y la tenía tan molesta que no pensaba en nada.  Solo veía imágenes dramáticas mientras arrugaba la cara y se acariciaba el cabello.
Por fin llegó e iniciaron el regreso a su  casa.  Empezó a llover torrencialmente pero ninguno aminoró ni aumentó el paso.  Caminaban por una cornisa que subía y subía sin fin.  Se  veían abajo un poco más de luz y de más gente, pero por donde ellos lo hacían nada.  Notaron que estaban en la parte más alta pero ahí era donde deberían desviarse para ir a la casa.  El hombre, el esposo, harto de lluvia y de rencor hacia ella se arrojó al vacío.  Ella se espantó, ahogó un grito en la garganta y esperó lo peor.  Pero, la vida es tan ridícula a veces, que el hombre como si nada se puso de pie, sonrió, hizo un mohín con la mano sobre la cabeza y la dejó a ella allá en lo alto llorando.  Lloraba desconsoladamente, no podía parar de hacerlo pues ahora la tristeza de que lo peor no hubiera sucedido la embargaba.
Habría dado lo que fuera para que el individuo aquel que tanto odiaba y que tanto la odiaba hubiera muerto en la caída.  Ahora la vida seguiría tal cual y ella continuaría  pensando en la forma de que por fin un día el no existiera ya.
Patricia Lara P.

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