lunes, 19 de mayo de 2014

Plácida García.





Hacía honor a su nombre todo el tiempo.  Era cálida y muy acogedora.  Todo aquel que tenía que ver con ella quedaba encantado.  Era como algunos decían “enamoradora”
Lo curioso del caso es que Plácida vivía sola, solo que algunas veces -muchas en realidad- recibía acompañantes.
No se podía decir que fuera de la vida fácil, o alegre como algunos dicen; ya que era costoso e incluso muy complicado ser tan acogedora.  Ella había querido que alguien por fin se quedara definitivamente, pero por más que se esforzaba no lograba hacerlo.
A veces se ensimismaba un poco; sobre todo cuando se encontraba sola.  Pero apenas llegaba alguien, ella se tornaba "feliz" y cálida de nuevo.
En realidad la espera la hacía languidecer e incluso a veces se notaba avejentada.  Por ahí vio grietas en la mampostería y una que otra telaraña en el techo.
Con el tiempo los visitantes fueron menos y ya al final muy pocos.  Pero un día cuando nuestra querida Plácida ya desesperaba;  vio llegar a su puerta a una pareja de ancianos y un niño.
Plácida García por fin pudo tener bajo su techo una familia real que estuvo con ella años.  Tantos que el niño creció y se enamoró y llegó con una joven un buen día  a seguir viviendo con ella.
Es que la playa sobre la que estaba construida y las palmeras que la rodeaban eran el lugar más indicado para vivir serenamente, con gente que en realidad la cuidaba y la amaba.
Así Placida fue plenamente feliz.
Patricia Lara P.

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