Ésta era una avecilla que le cantaba a su amada la mejor de sus tonadas.
Ésta era la adorada que desde una linda rama lo escuchaba.
Ésta era la ramita que muy feliz y dichosa en el jardín floreció una
hermosa y blanca rosa.
Ésta era la blanca rosa que se abría presurosa para admirar al amado.
Éste era el amado que suspiraba dichoso y sin temor la agarró y que su ojal decoró con la primorosa
rosa.
Ésta era la chiquilla que ardorosa lo miraba y que recibió gustosa la
rosa blanca y pura que el joven le regaló.
Y ésta fue la espina impía que un dedito le cortó por el cual se
desangró la bella niña enamorada.
Ésta es la tumba de tierra que ahora la cubre a ella y que se humedece a
diario con lágrimas del galán.
Patricia Lara P.
(Imagenes tomadas de la web)
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