A mí también me habría gustado
despertarme sola a medianoche y no hallarme con aquel dragón. ¡Aquel maldito
dragón que devoró mi fe en la gente, mis ilusiones, mi hoy! Me habría gustado,
por ejemplo, salir a la calle sin miedo y encontrarla, allí, mamá; a usted y a
mis hermanos. O que aquel diciembre fuese un recuerdo bonito de festejos
familiares y no el recuerdo de una carrera para huir de un desconocido. Habría
querido ser heroína. Y matarlo lentamente con una gran espada. Y que no
cabalgara sobre mí el maldito dragón ladrón que se tragó mi fe en la vida. Pero
fue tarde cuando supe de espadas… y me habitaban muchos dragones todos los
recintos del alma. De noche, asustada, aún me visita el maldito dragón que me
asfixia, me corroe y pervierte mis más lejanos recuerdos. Y le odio, por no
dejarme blandir mi espada para saciar mi sed de venganza. Cada noche, en el
silencio de un sollozo, vuelve el dragón a convertirme en doncella mancillada.
Y la niña que se esconde en el ático de mis recuerdos, gime cada noche, odiando
a la humanidad de un dragón con cara de señor que cabalga en mi inocencia.
B. Osiris B.
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