lunes, 19 de mayo de 2014

Una mosca más




Andrea es una mosca común, así dicen los libros de ciencia. Pero ella no opina igual. No se ve –ni se siente- para nada común. Disfruta de los paseos por los jardines y las rondas obligatorias en su guardia por el basurero le dan náuseas. A horario (porque las de su especie no viven muchos días, así que su tiempo se cuenta en horas), terminada la ronda, vuela velozmente entre las mesas de la cafetería del boulevard. Revolotea aquí y allá, posándose en los vasos con restos de cappuccino, mocaccino y chocolate amargo. Andrea suspira y piensa: “¡esto sí es vida! De repente, se tambalea por la mesa y grita “¡oh, shit, me duele un ojo!” Intenta volar, no puede, su percepción de la realidad se ha alterado. Los humanos son libélulas doradas muy atractivas… y esa luz violeta que la llama… la atrae… ¡trrr! Un chasquido, un cuerpo endurecido cae. Andrea no llegará a su ronda de las nueve. Ahora es aún más diferente.
B. Osiris B.

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