domingo, 4 de mayo de 2014

Noctámbula





Todo el día ha sido un ir y venir.  Nada importante por supuesto, nada que pueda significar la vida o la muerte para nadie; pero se siente agotada y feliz.
Siempre ha puesto la cabeza en la almohada y a los pocos minutos el sueño plácido se ha apoderado de su cuerpo y su mente; hasta su alma flota.  Pero esta noche, no logra conciliar el sueño.  Algo la atormenta y aún no sabe qué es.
Escucha el silencio de la noche cantar y piensa en lo que hizo pues quizá algo que dejo de hacer es lo que no la deja dormir.
Nada.
El sueño no llega y empieza a dar vueltas en la cama.  Introduce los dedos en sus cabellos haciéndose el mimo que acostumbra, pero aun sus ojos no se cierran.  Se gira a un lado y al otro, suspira, se estira en la cama y se recoge de nuevo.  La posición supina a veces la ha servido, otras estar hecha un ovillo le ha ayudado.
Vuelve a pensar en todo lo que hizo aquel día.  En lo que comió y bebió y nada.  El desespero empieza a desasosegarla aún más.
Enciende la televisión, agarra un libro, gira en la cama, se levanta y toma leche tibia con azúcar, desespera.
El día empieza a despuntar y las aves cantan.  El sol se mete entre los pliegues de la cortina mal cerrada y ella tibia en la cama se va adormeciendo.
Al cabo de un buen rato de sueño se despierta y comprende que igual que los bebés ella tiene el sueño cambiado.
Necesita de la luz y del ruido cotidiano para dormir y reparar las energías que la noche de lucha con el sueño le restan.
Patricia Lara P.

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