Todo el día ha sido un ir y venir. Nada importante por supuesto, nada que pueda significar la vida o la muerte para nadie; pero se siente agotada y feliz.
Siempre ha puesto la cabeza en la almohada y a los pocos minutos el
sueño plácido se ha apoderado de su cuerpo y su mente; hasta su alma
flota. Pero esta noche, no logra conciliar el sueño. Algo la
atormenta y aún no sabe qué es.
Escucha el silencio de la noche cantar y piensa en lo que hizo pues quizá
algo que dejo de hacer es lo que no la deja dormir.
Nada.
El sueño no llega y empieza a dar vueltas en la cama. Introduce
los dedos en sus cabellos haciéndose el mimo que acostumbra, pero aun sus ojos
no se cierran. Se gira a un lado y al otro, suspira, se estira en la cama
y se recoge de nuevo. La posición supina a veces la ha servido, otras
estar hecha un ovillo le ha ayudado.
Vuelve a pensar en todo lo que hizo aquel día. En lo que comió y
bebió y nada. El desespero empieza a desasosegarla aún más.
Enciende la televisión, agarra un libro, gira en la cama, se levanta y
toma leche tibia con azúcar, desespera.
El día empieza a despuntar y las aves cantan. El sol se mete entre
los pliegues de la cortina mal cerrada y ella tibia en la cama se va adormeciendo.
Al cabo de un buen rato de sueño se despierta y comprende que igual que
los bebés ella tiene el sueño cambiado.
Necesita de la luz y del ruido
cotidiano para dormir y reparar las energías que la noche de lucha con el sueño
le restan.
Patricia Lara P.
No hay comentarios:
Publicar un comentario