sábado, 17 de mayo de 2014

El día y la noche





Cuando amanece y a pesar de todo;  es decir, a pesar de la luz, del sol, de las nubes flotantes, del canto de las aves, de las pajarillos picoteando los frutos ya maduros y las abejas regodeándose con las flores abiertas y llenas de miel y de rocío, el día aun no es mí día.  Para mí no amanece.
Es que siento que el tiempo se va sin transcurrir y la sonrisa no llega placentera.  Que a pesar de la caricia del viento y de la tibieza o el frío del momento, yo estoy yerta.  Hielo adentro.  Es como la invalidez del alma, o el cansancio de ser.
Cuando oscurece y a pesar de todo; es decir, de la luna, de la oscuridad difusa, del olor a cenas, del cuchicheo lejano de conversaciones, del canto del búho o de un  ave tardía y de ese otro silencio de las cosas que duermen.  Para mí no anochece.
A pesar de todo el sueño siempre acude a terminar lo inconcluso, a reparar el alma ya cansada y la tibieza de la cama compensa.  Por supuesto no todo, pero el descanso llega y la paz del momento mucho ayuda.

Patricia Lara P.

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