Se hizo un silencio total. El mundo se detuvo por una fracción de segundo, un minuto o un siglo. El reloj dejó de marcar las horas. Las aves en vuelo quedaron estáticas en el firmamento azul. Las hojas de los arboles dejaron de mecerse pues el viento se ahogó en su suspiro. Su cuello se erizó esperando el contacto leve de sus dedos tibios, los labios se le humedecieron esperando el beso. Los ojos llenos de otros ojos miraban presintiendo ser poseídos hasta el alma.
No pudo entender nunca, no quería
entenderlo por decirlo mejor. Pero presentir solo levemente su presencia
la llenaba de deseo y placer. Todo
era uno y ella era un todo con él y con el mundo.
Patricia Lara P.
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