Está ahí, entre los pliegues que la vida ha ido haciendo. Si me diera a la tarea de ir descorriendo el velo la encontraría acurrucada entre almohadones y chupándose el dedo pulgar. Seguro en ese momento aun tendría ese dedo el sabor a leche que tanto le gustaba y que la tranquilizaba. Mientras que con la otra mano estaría haciendo bolitas con la lana de la cobija y arrojándolas al piso... ¡tantas! ¡Eran tantas!
El cabello largo, con bucles rubios desparramados por la almohada y como
siempre enseñoreados sus pensamientos de la cabeza infantil.
Soñando con tiempos felices, con familias reales, con flores regadas por
el piso. Con rosas sin espinas. Añorando.
No tuvo muchos amigos pues en su infancia nunca sintió encontrarse en el
lugar adecuado. Ella era un alma que flotaba en un mundo irreal y al cual
no deseaba apegarse.
Está ahí, oculta entre los velos y es
mejor dejarla estar allí, acurrucada. Abandonada a ensueños.
Patricia Lara P.
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