Llegan al amanecer. Marcan tarjeta y toman su libro de registros. Increpan, ensucian, controlan, desdicen del rol que ostentan. Van por los pasillos, se defecan sobre una u otra vida y sonríen afablemente. Hablan poco y por lo bajo, pues la fetidez de su alma les ahoga. Con el sol en el cénit, ponen todo a punto y se despiden con una sonrisa de maula, fingida y venenosa. Huyen sigilosas, temerosas de ser descubiertas, regresan a la vida de mentira en la que fingen ser personas: madres, padres, hijos e hijas. Por hoy, la jornada terminó. En sus corazas, unas uñas mugres hacen su arqueo y aumenta su codicia… ¡Mañana será otro día para castrar más futuros!
B. Osiris B.
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