Vio que todo se cubría de rojo. Sensación o realidad; nunca se sabe. No lograba entender por qué cada que los moretones y magulladuras iban perdiendo el color; él arreciaba los ataques. Sabía con seguridad que la amaba. No podía ser de otra forma pues la golpeaba brutalmente cuando decía sentir celos. Ella lo amaba por amarla, e incluso amaba las palizas que por lo menos una vez al mes recibía por amor.
La gente; la familia y amigos le decía que lo dejara; pero eso era imposible,
ella no podía vivir sin él. Prefería la muerte en sus manos que la vida
sin verlo, sin sentir sus puños cerrados golpearle los ojos y la boca, y
también las patadas haciéndola doblarse cuando los sentidos estallaban y al
cabo de un segundo perdía la conciencia.
No, era definitivo. Ella no lo dejaría ni muerta. Pues
cuando eso sucediera su espíritu se acurrucaría a los pies de la cama esperando
los golpes.
Amaba sus puños y algunas noches mientras él dormía; ella besaba los
nudillos rugosos por el uso constante de la lona en la que ella se había
convertido, al tiempo que acariciaba esos pies y esas piernas tan fuertes que
la maceraban toda.
Si, era definitivo. Ella lo
amaba tanto que prefería morir no solo de placer entre sus brazos, sino de
dolor y tortura bajos esos puños apretados y siempre tan dispuestos.
Patricia Lara P.
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