miércoles, 14 de mayo de 2014

Amor





Vio que todo se cubría de rojo.  Sensación o realidad; nunca se sabe.  No lograba entender por qué cada que los moretones y magulladuras iban perdiendo el color; él arreciaba los ataques.  Sabía con seguridad que la amaba.  No podía ser de otra forma pues la golpeaba brutalmente cuando decía sentir celos.  Ella lo amaba por amarla, e incluso amaba las palizas que por lo menos una vez al mes recibía por amor.
La gente; la familia y amigos le decía que lo dejara; pero eso era imposible, ella no podía vivir sin él.  Prefería la muerte en sus manos que la vida sin verlo, sin sentir sus puños cerrados golpearle los ojos y la boca, y también las patadas haciéndola doblarse cuando los sentidos estallaban y al cabo de un segundo perdía la conciencia.
No, era definitivo.  Ella no lo dejaría ni muerta.  Pues cuando eso sucediera su espíritu se acurrucaría a los pies de la cama esperando los golpes.
Amaba sus puños y algunas noches mientras él dormía; ella besaba los nudillos rugosos por el uso constante de la lona en la que ella se había convertido, al tiempo que acariciaba esos pies y esas piernas tan fuertes que la maceraban toda.
Si, era definitivo.  Ella lo amaba tanto que prefería morir no solo de placer entre sus brazos, sino de dolor y  tortura bajos esos  puños apretados y siempre tan dispuestos.
Patricia Lara P.

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