viernes, 9 de mayo de 2014

Mis hijos gatitos





Gustavo se hizo grande y somos tan amigos o soy tan su madre que sé qué es lo que quiere y cuando lo quiere.  Sé por ejemplo  que se molesta mucho si en las mañanas cuando llama a mi puerta no lo tomo en mis brazos y lo llevo cargado para darle su desayuno.  Sé que cuando esta arrunchadito en sí mismo (acurrucado) si lo cobijo se meterá bien entre las cobijas y dormirá un buen rato.  Sé que no le gusta la comida de humano a menos que mami o papi o en caso tal un hermano se la mastique un poco.  Sé que le gusta estar acompañado y siempre busca al que este cerca para disfrutarse mutuamente.
Con Bástian es otra cosa.  Llegó a casa muy arisco, haciendo alarde de uñas y dientes como protección.  Con el tiempo se ha dado cuenta que solo puede encontrar amor en nosotros.  Así que igual que su tío Gustavo, gusta de nuestra compañía mientras no lo toquemos ni le demos besos.  Cuando esta con frío acepta una cobija en su lomo pero no en su cabeza ni en sus bellas paticas.  Es reparoncito y mira con cuidado si se le da más comida a su compañero de vida.  Por estos días están ambos disfrutando más la comida dura y se las sirvo en el mismo platito.  Así que Gustavo busca los trocitos que más le gustan y Bástian hala la vasija para evitar que coma.
Cuando llegó a nuestra vida tenía una voz de bebé mimado, decía maaaa y yo me derretía toda.  Ahora es un bello y atlético adolescente y le voz le está cambiando.  Es un gran hablador y cuando desea algo lo solicita de buena manera hablando.  Tenemos conversaciones largas y muy bien estructuradas. 
Si llamó al chiquitín no llega, pero si llamo al grande llegan ambos.  Se enseñorean de todo.  Se saben dueños y señores de nuestros corazones y se aprovechan.  Yo lo veo crecer y me preocupo; ya en poco tiempo tendré otro adulto en casa y toda esa locura de justificar lo que hace diciendo: “Estoy creciendo”  pasará de nuevo a mi historia. 
¡Ah!  Me quedaré sin niño de nuevo.
Patricia Lara P.

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