jueves, 8 de mayo de 2014

Ausente


Cinco días han pasado. Cinco días desde su último contacto con el mundo exterior. Ya poco distingue la diferencia, pero aún alcanza a recordar que su paseo por esta ciénaga borrascosa comenzó la noche del viernes. De poco han valido la brújula y los gritos de auxilio que escucha en la lejanía. Desorientada, vaga sin rumbo por lo que parece ser una noche eterna. Se despedaza su voluntad entre el barro de los recuerdos, confusos, de una realidad lejana y perdida en los anales del tiempo. No se recuerda ni a sí misma. Sólo una voz la arrulla, la envuelve, la llama. Es su único nexo con eso que hay más allá de la espesa bruma, la voz, una sonrisa sonora, unos ojos… pero hay que seguir andando. Deambula sin rumbo, el equilibrio perdido, las ideas confusas, las ganas adormecidas; ya no recuerda qué busca ni a dónde va. Y es que así son las almas en pena que habitan ese no-mundo en el que ha entrado. Vuelve la voz, las risas, unas manos le acarician, la arrullan. Una extraña paz inunda su tormentoso camino. Se detiene, cae otro pedazo de sí y, en un intento por recuperarlo, siente que se resquebraja aún más. Ya no vale la pena, siquiera un movimiento será su perdición. Ya casi llega el fin. Suspendida en el limbo del desasosiego, una caricia la mantiene al filo de la no-existencia, de la no-vida. Duerme.
B. Osiris B.

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