lunes, 2 de septiembre de 2013

Vida en colores





Tenía tanto frío... el sol hacía ya mucho tiempo no salía para ella.  Su vida iba de nubarrón en nubarrón, de chubasco en chubasco y de tristeza en tristeza.   No entendía qué era lo que había hecho tan mal en esta o en alguna de sus otras vidas como para tener que ir de mal en peor, de peor en insufrible, de insufrible en doloroso y a tenebroso sucesiva y raudamente.
Se había vestido siempre de negro o de gris, de pronto sintió una urgente  necesidad y  cambió los colores de sus trajes pensando que en algo ayudaría, pero el rojo le recordaba la sangre que habían derramado sus hijos en aquel terrible accidente, el azul el agua en la que se había ahogado su esposo, el blanco las flores de sus tumbas, el morado los golpes que lucían en sus cuerpos y rostros, y así en terrible sucesión. Entonces regresó a sus originales grises y negros.  La nube continuaba sobre su cabeza no solo ocultándole el sol que sabía era radiante para unos y llorando sobre su frente y sus cabellos las lágrimas que no derramaban sus ojos.  No comprendía porqué toda la tristeza del mundo se había enseñoreado de su ser. Una buena noche en sueños, visitó un cultivo de girasoles.  No podía dejar de pensar en ellos.  Su color amarillo brillante le recordaba el sol de otros momentos.  El campo ancho y dorado la llenaba de alegría y de ganas de correr y de saltar.  Era un sentimiento olvidado en su ser el que regresaba a ella en ese plantío. Tomó el auto, la nube se posó sobre él.  Recorrió caminos, limpiando su panorámico con fruición.  Por fin… a lo lejos… el sol cálido y brillante cobijaba con ternura el campo de girasoles más hermoso que había visto en su vida.  El cultivo aquel era la esperanza.  Y por fin sus labios dibujaron una sonrisa mientras se recostaba a la sombra el más hermoso y grande girasol.  Sintió el calor que la embargaba y por fin aquella nube negra se alejó.  Y durmió desde entonces el sueño de los justos.

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