Nacieron el mismo día, casi a la misma hora, en la misma ciudad con unas escasas cuadras de diferencia. Ambas fueron niñas que se convirtieron en mujeres. Tuvieron padres amorosos que velaron por ellas. Que amanecieron en vela cuando se enfermaron. Que rieron por sus alegrías y se enorgullecieron con cada uno de sus logros. Y que lloraron con ellas una a una sus frustraciones.
Los astros no influyeron mucho ya que
a pesar de las similitudes de nacimiento y crianza, una de ellas murió
joven. Recién casada, sin haber tenido hijos y con todos sus sueños por
cumplir retorcidos entre las latas de un automóvil. La otra, tuvo esposo,
hijos, vivió una vida larga a veces muy feliz otras insípida. Ahora en un viejo sillón en un hogar geriátrico, viendo sin ver,
espera sin esperar.
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