Margot es viajera del pensamiento. En uno de sus viajes se quedó a vivir en sus imaginaciones. De vez en cuando regresa para darse cuenta de que el mundo ha cambiado y de que ya no le gustaría vivir aquí. Es allí cuando de nuevo emprende el viaje a épocas pasadas, a sus recuerdos, a sus alegrías lejanas. Allí no es feliz ni está triste, ni siquiera está, pero ya se acostumbró a sus viajes y eso no hay quien lo pare.
Hoy, como de costumbre cuando hay luna llena, regresó sólo para descubrir que la toalla no se combina bien con la harina de maíz, que las arepas no se cuecen si la cocina está apagada y que el papelón con queso sabe muy bien. Absorta, amasa (¿o lava?) la toalla en el fregadero y mira con cansancio el atado de ropa que espera turno a un lado. Del otro, cerca de la ventana, reposa la lavadora, que Margot, en este viaje logra reconocer como objeto utilitario. Cuando la mira, sonríe al ver lo hermosas que se ven las “bella a las once” que decidió sembrar allí. Solo por eso vale la pena seguir en la faena. Suspira y sigue tallando la toalla.
B. Osiris B.
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