La palabra se me
convirtió en un vicio.
Yo hablo poco.
Escribo mucho.
Mis dedos no saben
guardar secretos
y acarician el lápiz
y el papel
o el teclado
y cantarinamente
dejan su huella.
Veo esas paredes de bahareque, blancas. Puerta roja a juego con la única ventana. Veo a María la O con sus ojos brillantes, su sonrisa y s...
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