Uno toma toda su vida anterior y actual y la va introduciendo en cajas de cartón. Unas grandes, otras medianas y otras pequeñas y al principio todo se hace con cuidado y muy prolijamente pero al final; ya uno agotado y lleno de polvo, empuja las cosas como puede; si es necesario, se sienta uno en la caja y aplasta todo para que quepa y claro marca lo que contiene. Pero a veces es imposible por la cantidad de cachivaches y uno se decide a enumerarlas nada más.
Y al llegar a la nueva vida, uno empieza a acomodar todo. Esto va
aquí y esto otro allí y llega el momento en que todo está ocupado y aún hay
cajas. Y uno piensa y repiensa y claro, mira las cajas y las anotaciones
y uno toma importantes decisiones. Abro esta o aquella y reacomodo
nuevamente. Pero... aún hay cajas. Y ahí es cuando uno cierra los
ojos, y empieza a meter las cajas llenas y sin abrir en el cuarto útil que es
el más inútil de todos pues uno guarda cosas que no usa. Y es que aquello
que se puede quedar en una caja cerrada por lo menos tres meses es
completamente innecesario.
Pero... hay gente que no puede desprenderse de nada. Todo es
importante, todo son recuerdos necesarios.
Eso sucede en una mudanza, y si son
dos o tres o más, las cajas se acumulan
y uno termina sin saber siquiera que es lo que contienen. Y entonces la
vida duerme por partes en cajas de cartón olvidadas en el cuarto inútil.
No hay comentarios:
Publicar un comentario