¿Recuerdan cuando les conté del ave que regañaba a Gustavo por no dejarlas disfrutar del árbol de breva tranquilamente? Pues les cuento que la recriminación valió la pena. Ahora el gato no se inmuta cuando ve los pajarillos comer los frutos o incluso bañarse en la fuente.
Hay que vivirlo para saber que es
cierto y que Dios es tan maravilloso que logra que aves y felinos se comuniquen
y logren vivir en armonía.
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