Y me vi entre el ataúd, envuelta toda en encajes blancos. Blanca yo; casi tanto como la mortaja aquella que se enredaba en mi cuerpo como en epocas anteriores las abuelas envolvían a los recién nacidos para "enderezarles las piernas". Y me sentí rígida fría.
Y me miré más profundamente y note mis ojos cerrados, apretados, y vi
mis labios rojos, muy rojos y note un par de brillos blancos, resplandecientes a los lados y en las comisuras algo más rojo y
brillante aún; más que mis labios...
sangre.
Ahora la sangre estaba fría como mi cuerpo, como mi alma. Pero
antes estuvo caliente, e inundaba mi boca, mi garganta y mi ser dándome
vida.
Y ahora no solo me vi, sino pensé... ¿A qué hora "infausta o
divina" terminé siendo un vampiro?
Y luego me desperté y ya no vi
nada... estaba todo muy oscuro.
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