No es que no le gustara besar, y tampoco que no disfrutara en su momento los besos. Pero de alguna manera le daban asquito. Pensaba en los microorganismos que habitaban una boca aun cuando estuviera sana... Pero no había forma de saber si esos dientes que desde lejos se veían blancos estaban realmente limpios o si tenían caries o si las encías tenían gingivitis o quizás hasta algo peor.
Solo pensar en todas esas cosas le había hecho perder el disfrute del
beso. Ahhh y ni hablar de que por algún motivo la boca oliera a ajos o
cebollas. ¡Virgen santa! ¡Válgame Dios! Ahí sí que hasta
ganas de vomitar había sentido.
Por eso prefirió entrar al convento y ser monja de clausura. Y es
que ella recordaba vívidamente el primer beso aquel, el asco que sintió con esa
lengua húmeda y resbalosa que penetró su boca virginal y el regusto a crema de
cebolla que le quedo en la boca y que aún hoy, después de tantos años revive
casi a diario.
Siente que es pecado y se confiesa, se lava los dientes y la boca con
jabón, usa enjuagues bucales y finaliza con agua bendita y nada.
Dios seguro la va a perdonar.
Besar
ResponderEliminarLenta y delicadamente,
degustar el sabor de tus labios,
hurgar en tu boca,
flotar en el estruendo de un leve contacto.
Y rozar la delicia
perfumada de tus labios sonrosados.
Y perder la cordura
libando con ansias
tu cálido sabor y
la tersura de tu lengua .
B. Osiris B.
Es lo que digo... a mi me encantan los besos. Pobrecilla ella que no pudo disfrutarlos más. Gracias por tu poema Osiris.
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