miércoles, 26 de octubre de 2011

Diamantes negros corazones rojos

Muy escasamente una lágrima rodaba por su rostro. Generalmente ella las retenía e inmediatamente después con unos cuantos y veloces parpadeos las desaparecía o regresaba de nuevo a su interior. Así una y otra y otra vez desde que era una niña ya que su madre la reprendía cuando lloraba diciéndole que nada se solucionaba con llantos; que la materia pérdida seguiría pérdida, que el muerto no reviviría, etc, etc. Además que se veía fea; tan terriblemente fea con la cara inflamada y que los ojos se le ponían como "cagalera de vaca". ¡Uy! Terrible imagen para una niña pequeña y con ganas de ser la más hermosa, jajajaja. De esa forma y ayudada por estas palabras y comentarios e imágenes absurdas ella aprendió desde muy niña a controlar el llanto y a sonreír a pesar de todo.

Pasaron los años y la sonrisa persistía a pesar de que algunas veces la tristeza afloraba no en gotas salobres sino en chispas translucidas, brillantes a sus pupilas. Un día ya prácticamente anciana la mujer un poco antes de exhalar su último suspiro sintió que algo duro brotaba de sus entrañas, se dirigía a sus ojos y prácticamente paría por sus ojos ya opacos un par de hermosos y brillantes diamantes negros.

Lágrimas acumuladas por años se habían convertido en su último y perenne legado. Diamantes negros para su hija que sí había aprendido a llorar... incluso más de la cuenta.

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