Este era un rosal que nunca florecía
y por más intentos que se hacían
ni una sola flor él producía.
Mustio, marchito y envejecido se veía.
Pero un día
llegó una mano amiga
que al cortar las ramas secas,
remover la tierra con primor
y abonarla con mucho amor
el rosal floreció.
No era por supuesto un rosal común;
él se llenó de rosas rojas
y amarillas, rosadas
y color té, incluso azules también.
¡Qué fue lo que sucedió?
Que al sentirse tan amado
Y tan fielmente cuidado
el rosal correspondió
y de múltiples colores
el amor lo llenó.
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