jueves, 6 de octubre de 2016

Lucrecia



Lucrecia

Lucrecia; desde que se levantaba hasta que se acostumbra entraba en fragor.
Dormía poco... Poquísimo.  Temía por su vida pues la habían advertido que sería corta.
Nació en un sitio lleno de mármol blanco, pulcro, brillante y a su modo de ver muy bonito.
Lucrecia se paseaba entonces como dueña de casa.  Ordenaba las flores, limpiaba un poco y luego con mucho primor se masajeaba sus manitas cansadas.
Sin saberlo siquiera un deseo imperativo la hizo expulsar de su interior nueva vida.  Se espantó tanto la pobre que los dejó ahí solitos, abandonados a su suerte.
Vio con terror, como seres de otro mundo ponían cintas amarillas, observó con abominación que tomaban con instrumentos brillantes a sus hijitos aún no natos.  Y se recriminó rudamente.
Lo que Lucrecia no podía saber era que ella sería la responsable de descubrir al malandrín.
Gracias a todas esas minúsculas larvas; descubrieron al asesino.  Gracias a Lucrecia el crimen no quedó en la impunidad.

Patricia Lara P.
        

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