Salí de mi casa, de la tierra que me vio nacer rumbo a Medellín. No conocía a nadie, no tenía familia allí y me sentía realmente triste, sola y mal; muy mal. De todas formas estaba casada y sentía y siento que la familia debe estar siempre unida.
Apenas llegar; dos mujeres me adoptaron como su hermanita. Fueron
las tías de mis hijos y me permitieron ser tía de los suyos. Y no solo
eso, me prestaron sus padres y sus hermanos.
Me fui de Medellín, regresé y me volví a ir. Y ellas nunca dejaron
de ser mis hermanas. Nosotras lloramos de felicidad con el nacimiento de
los nietos y de tristeza con las situaciones que enlutaron nuestras almas.
Ahora las extraño mucho y lamento no
estar a su lado para abrazarlas y seguir compartiendo con ellas alegrías y
dolores.
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