Me llovieron en la cara mil recuerdos de tus risas,
de tu presencia en cada atardecer.
Sonreí entre dos o tres lágrimas
al ver pasar tus dulces palabras
y mis sueños absurdos
corriendo a un callejón sin salida.
Soplé suavemente y
–cual pompas de jabón-
se elevaron ligeras y elegantes,
para estallar en la distancia.
Tras el velo de un recuerdo
tu presencia se diluye
en mis labios
con sabor a caramelo
y un rico olor a cacao.
B. Osiris B.
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