sábado, 9 de noviembre de 2013

Las muñequitas de trapo





Greis y la abuela Beatriz están listas para salir. Hoy irán a una clase de Historia para niños de primer grado. Greis está muy emocionada, tanto, que se ha prendado flores en su falda para que los niños la vean más linda. La abuela la mira y sonríe, ¡cómo le gusta jugar con los niños! Este par de muñecas se sienten dichosas de la vida que llevan; entre salidas, cuentos, historias, números y letras, son felices.

Sentada, mientras espera el traslado, Beatriz recuerda el tiempo en que –antes de ser la linda muñeca de trapo que es hoy- era solo retazos de tela guardados en un gavetero de la biblioteca. Pero no reniega de su pasado: allí, en la pequeña biblioteca del piso superior, conoció a Fito, un libro de Historia Universal que le enseñó muchas cosas sobre el mundo. Ya casi no habla con él, no desde que dejó de ser unos trozos de tela para convertirse en una muñeca de trapo patas largas. Y no porque no quiera, sus vidas tomaron caminos diferentes y ella ahora vive en un rincón de la sala, en el piso de abajo. Como extraña a Fito, una que otra vez se ha escurrido en los brazos de su dueña para ver si le da un paseo a la biblioteca; pero no, ahora surgen estos viajes maravillosos al mundo exterior y, aunque no olvida a su entrañable amigo, conoce gente nueva: ¡muchos niños que la abrazan a ella y a Greis, queriendo escuchar sus historias! Y así, la abuela lleva consigo a Fito cada día, pues está presente en cada historia, en cada pequeña narración que les arranca una sonrisa o un gesto de curiosidad a los niños. ¡Y en cada abrazo! Allí siente la cercanía de su amigo de tiempos idos; y suspira, contenta, entre el grito y alborozo de esos pequeñines que tienen tantas preguntas y tanta risa por dentro.

¡Ya es hora de partir, abuela! Le dice Greis emocionada. Beatriz la mira nuevamente. Un nuevo suspiro y una mirada de soslayo hacia las escalares que dan al piso superior, donde se halla la biblioteca. Otro suspiro. Otra sonrisa. Ya van las dos muñecas de trapo, engalanadas, en brazos de su dueña. Sus corazones de trapo se aceleran (sí, aunque te digan lo contrario, las muñecas de trapo también tienen corazón). Se abre la puerta y un reluciente sol anuncia otro día de risas, alegrías y abrazos. ¡Es hora de partir!
B. Osiris B.

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