miércoles, 2 de octubre de 2013

Una mujer...





Y si, su marido llevaba un día muerto... bueno, más tiempo  muerto porque su vida no se habría podido llamar vida.  Ahora sí desprendía un olor más acre que el de siempre y las moscas verde azules lo revoloteaban.  Ya alguna se había logrado posar en él e incluso al parecer había entrado por alguno de los orificios nasales o incluso -¡gas!- por la boca.  Y un gusano blanco y regordete se arrastraba por su rostro ya grisáceo.
Ella, pensando en esa vida compartida con ese hombre, sin pasión casi toda.  Había tomado la decisión de no dejarlo ir sin antes disfrutar lo que había leído en todas esas novelas de amor y erotismo, lo que había visto en cientos de películas eróticas y pornográficas incluso, lo que había hablado con sus amigas  y por eso se había dado a la tarea de ponerse hermosa y seductora para la que sería su última noche de pasión.
Y es que ella no estaba dispuesta a que al hacer el levantamiento; supusieran que había sido la mujer insulsa que todos conocieron de puertas para afuera. 
Hoy, ella se daría el gusto de hacerlos sentir que no la habían conocido bien.  Pues al llegar primero los vecinos (atraídos por el terrible olor) y luego la policía.  La encontrarían muerta también; acaballada sobre el cadáver del que fuera su marido, con sus hermosas medias de seda negra, el bello liguero, el seductor baby doll y completamente personificada para ser lo que siempre deseo ser... una mujer fatal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Veo

  Veo esas paredes de bahareque, blancas. Puerta roja a juego con la única ventana. Veo a María la O con sus ojos brillantes, su sonrisa y s...