A Margot le gusta la lluvia. Y caminar sobre la hierba húmeda, pero no lo recuerda. Hoy, por casualidad, le lloviznó de camino a casa. En un primer momento quiso correr, imitando a los otros transeúntes que atravesaban la plaza; pero algo la retuvo y, en fracción de segundos, se hallaba girando y danzando con los brazos abiertos en cruz, la cara sonriente al cielo y las frescas gotas de lluvia bañando su rostro. Y fue feliz con sus zapatos calados de agua y su rizado cabello destilando agua. Hoy, Margot viajó a su infancia, pero disfrutó de la lucidez adulta de decidir no ir al paso de los demás y seguir su propio ritmo. ¡Y sonríe!
B. Osiris B.
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