jueves, 31 de octubre de 2013

Regina





Regina es una bruja. ¡Sí, una bruja! No de las de cuento de hadas, sino de esas viejas de mil años que escogen el cuerpo de una mujer, la poseen para habitarla, la consumen y luego la desechan. ¿Qué cómo lo sé?, lo supe hoy cuando fui a su casa a visitarla, como casi todas las tardes. Conversábamos amenamente, haciendo planes para su cumpleaños número cincuenta y ella, prestando poca atención a lo que yo decía, no dejaba de mirarse en el espejo oval ubicado en la pared justo detrás de mí, con una especie de angustia que no conocía en ella. Ella es muy alegre y dicharachera pero, mientras yo más me sumergía en la descripción de lo que haríamos para la celebración a ella se le fue transfigurando el rostro. No es que no sonriera, no, nada de eso; me pareció que fingía estar contenta, porque esa sonrisa fingida y esa angustia no eran típicas de ella. De repente, su gato entró a la sala, la miró fijamente y lanzó un maullido que más bien parecía un llamado especial. ¡Hasta creo haber visto un diálogo fluido entre ambos!: ella se le acercó y conversó con él en un extraño lenguaje que él pareció entender y, aunque estaban en un ángulo poco accesible a mi vista, pude notar un intercambio más parecido a un diálogo que a un simple mimo a la mascota de la casa. Ella se mostró enojada por un momento, luego, esbozando su mejor sonrisa, regresó a donde yo estaba y retomamos nuestra conversación. El gato salió y luego oí un portazo (¡Me atrevería a jurar que lo dio él!). Ella forzó una sonrisa y yo apenas me di por enterada, pues volvimos al tema de los preparativos del gran festín. Su cara estaba frente a mí, me veía con atención (o, al menos, eso simulaba hacer) pero su mirada estaba perdida por completo.

Pasados unos diez minutos luego de aquel extraño impasse, el minino regresó a la sala, le ronroneó en los pies y ella lo mimó de una manera más especial que de costumbre. De inmediato Regina se disculpó para ausentarse del saloncito, dándome una excusa traída de los pelos. Esta vez mi curiosidad sí se despertó. Me dejó esperando tan largo rato, puede que albergara la esperanza de que, harta de esperar, me retirara motu propio. No fue así: en lugar de la retirada, emprendí una investigación furtiva para enterarme de lo que pasaba en aquella casa. Casi muero de la impresión cuando, habiéndome colado a su cuarto, la escuché conversar entre maullidos, y aspiraciones con el gato, quien se hallaba de lo más apoltronado en un sillón con las dos patas posteriores cruzadas, mientras sostenía en su pata delantera izquierda una pipa que aspiraba con fruición.

Quise correr, huir de aquel lugar, pero pudo más mi genuina curiosidad que el pánico y el asombro que me embargaban. Pensé que había visto lo peor cuando, inesperadamente, Regina – la amiga mía, de toda la vida- sacó de una bañera lo que parecía ser el cuerpo humano de una mujer idéntica a ella. En un ademán que hizo, generó una especie de portal lumínico a la altura del ombligo de la que más tarde supe era una difunta reportada como desaparecida y ¡zuas!, ¡le sacó las vísceras y los huesos en un tris! ¡No podía creer lo que mis ojos veían! El cuerpo de aquella mujer quedó como una especie de muñeco flexible desinflado. Seguidamente, Regina hizo unos giros con sus manos y –no sé ni cómo- dejó caer su cuero/estuche, quedando apenas una masa lumínica de huesos y músculos al descubierto. Con gráciles movimientos se puso su nuevo “traje”, desechó el otro, se ajustó el rostro y sonrió con un placer que nunca le había visto.

Me fui en arcadas y, sin querer, los alerté de mi presencia. Pensé que sería la próxima víctima, quise llorar, correr, gritar… apenas alcancé a sonreír y preguntar: ¿me enseñas tus secretos de belleza? Haciendo honor a su nombre, mi amiga –muy regia ella- compartió sus rituales, sus técnicas y embrujos… eso nos acercó mucho más y selló nuestra amistad. La celebración del cumpleaños fue todo un evento social y hoy, dos meses después, estamos en mi casa planificando el mío. Regina me ha traído mi regalo por adelantado: ¡lo tengo en una bañera y estoy a punto de probármelo!
B. Osiris B.

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