Esas personas de aquellos tiempos en que se creía que la tierra era plana,
hicieron una barca con el fin de acabar con sus vidas. De forma valiente
por supuesto y además arguyendo que lo hacían en pos de la ciencia.
Se despidieron de las familias, de los amigos y partieron hacia lo
desconocido. La muerte misma pues ellos creían que al llegar al final de
la mar caerían en un abismo sin fondo del cual ya jamás regresarían (¿Y quién
quería hacerlo?)
Vieron como no se aproximaban al fin, pues siempre guardaba la distancia
y al cabo de días, semanas o incluso de meses lo que vieron fue tierra. Si,
tierra sólida como la que habían dejado atrás. Y oh sorpresa.
Comprendieron queriendo y sin querer que la tierra fuera redonda pues habían
llegado al mismo sitio del cual habían partido. Les dio un poco de todo,
hasta mareo pues no se imaginaban como era que estaban parados ahora en la
tierra. Y lo cierto es que ella no espantaba tanto como el mar pues el
mar no se regaba.
No, si es que ese descubrimiento era
cosa de locos. Pero no, no era locura. Era la muerte misma.
Pues morir era arrancar de un punto cero y alejarse tanto que luego ya no había
más alejarse sino acercarse y retornar de nuevo. No había posibilidad de
agotamiento pues cuando uno está muerto esa opción no es posible.
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