jueves, 10 de octubre de 2013

Deseos





Tenía dos alas.  Nunca se había percatado de ellas pues jamás se imaginó siquiera que las tuviera.  Que supiera en su familia no había habido alguien con esa "cualidad".  Y jamás tampoco pensó en que volar fuera una opción.  Caminaba mucho y bien y con eso sentía que era suficiente, pero volar como las aves, las mariposas, las abejas e incluso como los aviones no era una opción que hubiera pensado siquiera.
Siempre había soñado con conocer países,  con recorrer el ancho y vasto mundo, pero ese deseo había sido solo una quimera.  En las noches de luna llena volaba en su escoba, pero eran vuelos cortos.  Fantásticos sí, pero muy cortos.
La imaginación quizás era la que le proporcionaba más la posibilidad de volar y de esa forma alejarse incluso de ella, pero más de todos.   Agradecía a Dios haber tenido una infancia al lado de la radio.  Escuchar ya casi entre dormida; historias fantásticas de terror, Kaliman era maravilloso y ni hablar de Arandú y el monstruo temible llamado “el caitole”.  Y a falta de radio la tía contando cuentos de unos y de otros héroes.  O la abuela con sus anécdotas reales de fantasmas y demonios.  Ya que a ellos los criaron llenos de miedos. 
Un día también quiso desprenderse de su cuerpo y de alguna forma lo logró, pero el tal cordón astral no era muy largo y cuando mejor estaba la halo de nuevo y se sintió frustrada.  Más triste que feliz con lo que había conseguido.
Un día sin proponérselo siquiera, vio ese par de alas.  Ahí en sus hombros, pegadas a la piel y casi, casi invisibles.  Eran chiquititas.  Blancas ellas, cubiertas de plumas y tan bellas.  Además significaban la posibilidad del vuelo largo.  Por supuesto que con ese tamaño de alitas no podría lograrlo.  Ya que no soportarían su peso y su vuelo si era que lo lograba alzar sería igualmente muy corto.
Se preguntaba ¿Cómo era que no se había percatado nunca de ese milagro? 
Ella quería volar muy lejos.  Alejarse de todo.  No pensar en nada.  A veces,  había deseado la muerte para de esa manera abandonarlo todo.  Pero la muerte no llega la víspera.   Y el vuelo por loco, lejano o imposible parecía la única opción.
Así que cuando vio ese hermoso par de alas pensó en que debería ejercitarlas.  Para que por fin crecieran y pudieran llevarla hasta el fin del mundo si era preciso.
Ahora ella, todos los días las mira, las pule con cuidado y las ejercita, al tiempo que se ejercita ella misma.  Pensando en el momento maravilloso aquel en el que al alzar el vuelo, la vean partir  feliz,  diciéndoles adiós con la mano y la cara llena de sonrisas y a lo mejor si es posible.  Se alegren con su alegría y le deseen lo mejor.

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