Tenía dos alas. Nunca se había percatado de ellas pues jamás se imaginó
siquiera que las tuviera. Que supiera en su familia no había habido
alguien con esa "cualidad". Y jamás tampoco pensó en que volar
fuera una opción. Caminaba mucho y bien y con eso sentía que era
suficiente, pero volar como las aves, las mariposas, las abejas e incluso como
los aviones no era una opción que hubiera pensado siquiera.
Siempre había soñado con conocer países,
con recorrer el ancho y vasto mundo, pero ese deseo había sido solo una
quimera. En las noches de luna llena
volaba en su escoba, pero eran vuelos cortos. Fantásticos sí, pero muy
cortos.
La imaginación quizás era la que le proporcionaba más la posibilidad de
volar y de esa forma alejarse incluso de ella, pero más de todos. Agradecía a Dios haber tenido una infancia al
lado de la radio. Escuchar ya casi entre
dormida; historias fantásticas de terror, Kaliman era maravilloso y ni hablar
de Arandú y el monstruo temible llamado “el caitole”. Y a falta de radio la tía contando cuentos de
unos y de otros héroes. O la abuela con
sus anécdotas reales de fantasmas y demonios.
Ya que a ellos los criaron llenos de miedos.
Un día también quiso desprenderse de su cuerpo y de alguna forma lo
logró, pero el tal cordón astral no era muy largo y cuando mejor estaba la halo
de nuevo y se sintió frustrada. Más triste que feliz con lo que había
conseguido.
Un día sin proponérselo siquiera, vio ese par de alas. Ahí en sus
hombros, pegadas a la piel y casi, casi invisibles. Eran
chiquititas. Blancas ellas, cubiertas de plumas y tan bellas. Además
significaban la posibilidad del vuelo largo. Por supuesto que con ese
tamaño de alitas no podría lograrlo. Ya que no soportarían su peso y su
vuelo si era que lo lograba alzar sería igualmente muy corto.
Se preguntaba ¿Cómo era que no se había percatado nunca de ese
milagro?
Ella quería volar muy lejos. Alejarse de todo. No pensar en
nada. A veces, había deseado la muerte para de esa manera
abandonarlo todo. Pero la muerte no llega la víspera. Y el
vuelo por loco, lejano o imposible parecía la única opción.
Así que cuando vio ese hermoso par de alas pensó en que debería
ejercitarlas. Para que por fin crecieran y pudieran llevarla hasta el fin
del mundo si era preciso.
Ahora ella, todos los días las mira,
las pule con cuidado y las ejercita, al tiempo que se ejercita ella misma.
Pensando en el momento maravilloso aquel en el que al alzar el vuelo, la vean
partir feliz, diciéndoles adiós con la mano y la cara llena de
sonrisas y a lo mejor si es posible. Se alegren con su alegría y le
deseen lo mejor.
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