Penurias era lo que esa mujer había vivido toda la vida y Penurias la llamaron al nacer. Era triste, obscura, lánguida y pálida. No habría podido ser de otra manera ya que al signarla con esa cruz ella había tenido que cargarla siempre.
Pensó con el correr de los años en ir a la notaría y cambiarse el
nombre. Y un día llenándose de mucho valor lo logró.
Ahora se llama “Soledad”. No se ve tan triste últimamente, pero
sigue casi igual que antes. Y es que el nombre si lo designa a uno y uno
es lo que el nombre le permite ser.
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