domingo, 19 de diciembre de 2021

Cuando me muera

 Cuando me muera. Que espero no sea muy tarde, y de la forma que quiero. Que es como todos saben: "Caer como un pollo".  Necesito que por tarde un par de días después, en voz alta, me recuerden que ya no estoy. No quiero quedar por ahí, quien sabe por cuánto tiempo después lavando trastes, cocinando, tendiendo y doblando ropa y demás oficios. No quiero ni imaginar siquiera seguir levantándome todos los días como hasta hoy. Con los pendientes cotidianos, las tareas mínimas que nadie nota y sin haberme enterado que me morí. Espero que alguien me invite a buscar la luz y a seguirla. Sin importar a dónde conduzca.

Por favor, por favor, por favor. No me dejen penando.
Yo, aquí como siempre pensando pensamientos y deshojando margaritas.

Patricia Lara P

Todos ellos sonrien

 Todos ellos sonríen

Tu no
Tu ya no estás
No es que piense que es malo
La vida sigue
No es que me queje
No es que crea que al irme
Los demás deban partir también
La vida sigue
Aquellos que quedaron
Siguen

Patricia Lara P

Que no

 ¡Que no!


Que nadie te mate, 
que nada te rompa, 
que nadie -¡nunca!- arrebate 
tu dulzura o te haga sombra.

¡Que no!, que ningún "campeón"
en brío vilipendioso
destroce tu corazón
con gestos o actos odiosos.

¡Que no!, que eres un tesoro
de dones y eres hermosa,
que tu sino es ser dichosa,
¡que vales tu peso en oro!

¡Que no!, que a tu bella estampa
el amor nunca le falle, 
¡que sea gozo, nunca trampas!
y que un "campeón" de calle
de media o baja calaña
ni con artes -ni con mañas-
haga mella con su saña
a una dama de tu talle.

B. Osiris Bocaney

Prendan la luz, que es diciembre

 


¡Prendan la luz, que es diciembre!

Camino por las calles del centro de Caracas alumbrada por los rayos de un sol que ya se aprestan para entregar la guardia a la luna. En medio de mi deambular alcanzo a ver las instalaciones de luces que han sido colocadas en sitios emblemáticos y recuerdo vívidamente las muchas fotografías que mis coterráneos caraqueños publican por estos días, luciendo el alumbrado navideño que engalana a la Ciudad Capital en algunas de sus calles. La Cuadra Bolívar y la plaza del mismo nombre no escapan a este derroche de brillo e iluminación decembrinos. 

Aunque no me siento especialmente festiva por estos días, me contento de ver remozada a mi ciudad y la yo pro navideña se alegra de que por fin se avizoren espacios donde la gente pueda compartir, sonreír y olvidar tantas penurias, aunque sea momentáneamente. ¡Eso me gusta!

Aunque no me siento especialmente agria por estos días, la yo cuestionadora, a quién le gustaría un poco más de equidad, lamenta o se entristece ante el derroche de energía eléctrica focalizado como una especie de fantasía visual que pareciera burlarse y desdeñar el cinturón de miseria y oscuridad que, mientras voy camino a casa, se hacen patentes cuatro cuadras más abajo -de Pinto a Miseria, de Velázquez a Santa Rosalía, y así sucesivamente por estas calles céntricas de mi ciudad-, que alberga pobreza, crisis económica y zonas de tolerancia en las que el brillo y la modernidad de las luces "led" no tiene cabida, no sé si porque no alcanza el presupuesto o la voluntad (o ambas cosas).  ¡Eso no me gusta!

Esta yo que escribe (el conjunto intersección de las otras), la que casi no sale de noche y huye pronto a casa antes de que el bondadoso sol ceda el escenario celeste a Selene y su corte de noctámbulos cocuyos, siente el devaneo emocional entre agradecer ese atisbo lumínico de alegría y el cargo ajeno de conciencia por las muchas ciudades que -a la misma hora que en Caracas refulgen los adornos, las luces y la nocturnidad festiva- padecen el desasosiego de una noche sin luz y sin vista, por decir lo menos.  Y no, no quiero que desaparezca ese brillo, esa festividad y esa alegría, ¡para nada!; lo que sí deseo, de corazón, es que lleguen por igual y persistan iluminación (y energía eléctrica, que no, no son la misma cosa), alegría y prosperidad (especialmente) a Casigua El Cubo, a Barlovento, a Tucupita, El Callao, Villa del Rosario, Carrozalito y Las Mercedes del Llano, ¡que se ilumine mi Venezuela!, con todo lo que la expresión implica, así que ¡prendan la luz, que es diciembre! (y que ya nada la vuelva a apagar).  Eso me gustaría más.

B. Osiris Bocaney

Dulce y deliciosa belleza

 El mar se vuelve encaje

El sol se convierte en caramelo
La luna un delicioso pandequeso es
Las nubes azúcar glas esparcen
Los ríos como miel se deslizan
Del volcán en erupción brota chocolate líquido
Todo es dulce y deliciosa belleza

Patricia Lara P

Bromeando ando

Le digo a mi sobrina. "Estoy bromeando, parece que no me conocieras." Y ella me responde. "Tía, es que nunca sé si es en serio." Jajajajajajaja

(Me encanta) jajajajaja

Patricia Lara P

Desencanto

Y con todas las expectativas del mundo fui a ver "Encanto". La película que hizo Disney "pensando" en Colombia.  Pero a mí modo de ver no. Empezando por esta casa "campesina". Continuando con esa enorme cantidad de canciones en letra pegada que no logré entender plenamente.

En serio quedé desencantada.
Obviamente es únicamente mi humilde opinión.

Patricia Lara P

El hilo rojo

 Veo "El hilo rojo". La chica le dice al esposo cuando se entera de su infidelidad. "Nadie te va a querer como te quiero yo". 

Y yo me quedo preguntándome. ¿Acaso él quiere que lo quieran como ella? Obvio no. Habría sido entonces, suficiente su amor.
Yo como siempre... Pensando pensamientos.

Patricia Lara P

Alguienes

Y mientras algunos "alguienes" te hacen sentir mal, y hasta miserable. Otros te hacen sentir valiosa y querida. Afortunadamente son los segundos los más. De todo hay en los caminos del señor.


Patricia Lara P

Absurdo

 Absurdo.


Nunca había tiempo para nada. Siempre una urgencia, algo indiferible, impostergable. Y claro. La vida es rara, lo cobra todo. No se queda con nada.
Entonces llega el momento en el cual los postergados no están y se extrañan tanto. Que se haría lo que fuera por unos minutos con ellos.
Pero no.
La vida es así, lo cobra todo.

Patricia Lara P

La vida

 La vida


Eso tan extraño que sucede y se sucede entre risas y sonrisas, entre lágrimas y carcajadas.
Eso que sucede y se sucede entre un nacimiento y un enterramiento.
¿Y para qué vivimos?  Ni idea tengo. ¿Y para qué morimos? Menos, ahí sí que me siento aún más dudosa.
A pesar de que pregunto y me pregunto, nada. No logro entender éste paso por aquí.
Yo ya estoy lista para lo que se presente.

Patricia Lara P

Yo... Normal

 Según mi hijo yo tengo diferentes estados de ánimo.

Algunas veces estoy alegre y conversadora. Otras estoy ensimismada y lacónica. En otras oportunidades estoy ahí, normal, me imagino yo.
Mi comentario fue. Normal. Cómo todo el mundo. ¿O estoy equivocada?

Patricia Lara P

Me perdí

 Me perdí

Durante muchos años no quise hallarme,
después
se hizo tarde para hacerlo
y ya no me encontré.
Me perdí
busqué infructuosamente
en los lugares cotidianos
y nada
no me hallé
Me perdí en los vericuetos de la vida.
Ah vaina.
Dicen que nunca es tarde...
Veré si aún hay tiempo hacerlo, Para encontrarme.

Patricia Lara P

El perro maligno

 El perro maligno


Cuentas los viejos en noches de luna llena, al lado del fogón de leña en el que se iba calentando lentamente el agua en la que se prepararía el fragante café. Que en otros tiempos. Cuando el bien y el mal eran cosa segura. Que cuando uno escuchaba las uñas de un perro seguirlo presurosas, sin que en la realidad existiera uno en ese momento. Que un espíritu maligno metido en el cuerpo de dichoso animal estaba siguiéndote. Contaban los mismos taitas que si se oía cerca, estaba lejos, pero si se oía lejos, lo mejor era correr y encomendándose a todos los santos posibles.
Según ellos. El dichoso animal diabólico, agarraría nuestra alma entre sus fauces y adiós al amigo.
Mejor dicho... Paticas para que las quiero.
(Un cuentecillo inspirado en mi Capitán)

Patricia Lara

Adagio allegro non troppo

 Adagio allegro non troppo


Fue un sábado cálido.  Se encontró con el amor de su vida. Pasearon, caminaron, dieron vueltas por el prado y corrieron por la orilla del riachuelo, testigo de sus tantas conversaciones.  Acostados sobre el pasto verde, rieron hasta las lágrimas, tomando vino e imaginando figuras absurdas e inexistentes en las nubes.  Entre abrazos y tiernos besos, volvieron a planear su futuro, ya tangible, ya realizable.  Volvieron a abrazarse y besarse, amándose con los ojos, con los labios, con las manos, ¡con cada mínimo trozo de aquellos cuerpos maduros y listos para su entrega incondicional!  La entrega fue sutil y apasionada. Se dieron por completo el uno al otro.  Ella, amorosa, besó con vehemencia aquellas manos que tan bien sabían acariarla; él, extasiado las hacía escapar de sus labios, para seguir recorriendo -redescubriendo- aquella tan añorada geografía femenina, mordiendo sus picos, lamiendo sus valles, escuchando la sinfónica melodía de los gemidos de su amada.  Ella, cual solista de una ejecución musical perfecta, hizo lo propio con su amado, hasta sentir que un intenso temblor desarmaba sus últimas defensas mientras, cual diestra amazona galopando a pelo, lo subyugaba con el frenético vaivén de sus caderas.  Y fueron dos que, en una deliciosa y ardiente entrega, se abrazaron a la luz de la luna.  Al amanecer, una vez más, la joven nieta, manta en mano y con mucho amor en el alma, cubrió el cuerpo desnudo de su abuela, que nuevamente amaneció dormida en el panteón, junto a la tumba del abuelo.  La anciana, sonriente, se dejó cobijar y conducir a la casa. Hacía frío, era ya el primer domingo de noviembre, como aquel domingo en que se fue, al alba, su mejor amigo, su mejor canción.

B. Osiris Bocaney

Lo importante

 Lo importante


Acostumbro a mirar lo importante.  Y encuentro belleza en cosas para muchos mínimas. ¿Porqué los seres humanos despreciamos lo pequeño que no por eso deja de ser bello?

Patricia Lara P

Soñé

 Soñé.

Soñé sueños cargados de horribles situaciones.
Violencia.
Vi todo desde un ángulo protegido.
Tan sólo fui espectadora.
Fácil.
Vivir en una nube.
En un limbo muy plácido.
Ver.
Y no tener miedo de nada.
En la vida real eso no sucede.


Patricia Lara P

Recordativa

 


Ando recordativa. Y como dicen que recordar es vivir, recordé que hace ya un tiempo. Yo iba llegando a Bogotá. El piloto anunció que aterrizaríamos y nos hizo las recomendaciones del caso. Mire por la ventana y de pronto vi un montón de lucecitas, lo que me hizo pensar que me había dado un mareo leve. Antes de tocar tierra el avión empezó el ascenso de nuevo. Pensé en todas las películas y noticias que había visto relativas a ese mismo momento. Debo admitir que no me dio miedo alguno.
A lo mejor por tener está cabeza llena de historias y de luces jajajajaja.
Lo cierto del caso. Es que en un universo paralelo muy seguramente cuando se refieren a mi, dicen "alma bendita". Jajajajaja. Las bobadas que uno recuerda mientras prepara el almuerzo.
Yo.
Pensando pensamientos que muy seguramente servirán para salvar a la humanidad.

Patricia Lara P

Les cuento porque me gusta contar

 Les cuento... Porque me gusta contar. 

Que ayer fui con mi hija a hacer algunas diligencias. Luego entramos a una tienda de decoración a ver qué encontrábamos navideño que nos encantará. Nada. Así que fuimos a dollarcity. Allí nos antojamos de un par de cosas, así que nos pusimos en la fila para pagar. Ya en ella y como era larga nos entretuvimos charlando. En eso se aproxima el vigilante -que es el dueño de todos los negocios- y más bien de mala manera nos dice que hagamos la fila en otro sentido. A lo que yo le respondo que nos acababan de pedir que nos pasáramos a dónde estábamos en ese momento. El tipo me mira asombrado -ya que nadie tiene más autoridad que él en ese lugar- y me pregunta que quien. Yo asombrada, guardó silencio un instante, preguntándome rápidamente a quien culpar. Y respondo al instante... "Mi hija". Jajajajajaja.

Patricia Lara P

Se fue

 Se fue

Me dejó sola
No le importó un comino
Que me quede llorando en la estacada
Era mentira
Todo aquello que dijo era mentira

Patricia Lara P

El falso trébol

 El falso trébol


Este era un trébol psicópata
Cada dos o tres días.
Le arrancaba una hoja a un trébol de tres.
Para ser él, uno de cuatro hojas
Se volvió un trébol serial
La policía arbórea empezó a investigar
El círculo se cerraba cada vez más
Pero el estaba dispuesto a dar la pelea antes de ser atrapado.
Estaba dispuesto a dejar en su empeño, hasta su última gota de clorofila.
Se busca.
Reza el pie de página de las fotos policiales.

Patricia Lara P

Un poco payaso

Anoche, cuando paseaba a Capitán. La calle estaba sola y relativamente oscura. De pronto noto movimientos en uno de los balcones. Muerta de risa entono "triquitriqui halloween", mi vecina mira a la calle y entre sonriente y apenada me dice que olvidó comprar dulces. Le respondo que no hay problema que mañana estarán bien (jajajajaja) responde muerta de risa. "Mañana te los llevo".

Aquí estoy yo sentada muy juiciosa esperando mis dulces jajajajajaja.
Yo.
Que no pierdo la oportunidad de reír y de hacer reír a alguien.

Patricia Lara P

La bruja Patuca

La Bruja Patuca


La bruja Patuca
rodeada de gatos
se adentró en el bosque
hace mucho rato

De negro ataviada
y con largo velo
se montó en su escoba
emprendiendo el vuelo

La montó a horcajadas,
y voló, cual cometa,
haciendo piruetas
y riendo a carcajadas

Con los murceguillos
dándole aleteos
rodeó el castillo
con sus gritos feos

Sembró en los parajes
temores y espantos
cubriéndose el rostro
con su oscuro manto

En lo alto del cielo
rodeó a la luna
y se acicaló 
junto a laguna

A la medianoche
prendió un candelero
donde calentaba
su enorme caldero

Con sapos y arañas
se hizo un puchero
y dándose maña
se lo zampó entero

Muchas otras brujas
se unen al banquete
y uno que otro brujo, 
con saco y bonete

Se oye melodías
gritos y conjuros
y los  más avezados
hasta fuman puros

Ya, cuando amanece,
acaba el desenfreno
y vuelven nuestros brujos
a ser viejitos buenos

Nadie se imagina
ni siquiera supone
que le rodean brujos
por todos los rincones

Que una vez al año
de octubre, el treinta y uno,
es la sangre y el licor
cena y desayuno

Discreta y muy sensata
el día primero
va la bruja Patuca
por todo el sendero

Y si alguien pregunta
¿Qué tal fue su noche?
respinga, se apechuga,
y se ajusta el broche.

Ella, muy pizpireta
y disimulada
seguirá su camino
¡como si nada!

B. Osiris Bocaney

Así no

Así no


Quería hacer un cuento de terror, ¡uno bueno!  Quería dar de qué hablar, ¡vamos, una historia buena y realista, digna de mis redes sociales, de mis seguidores ávidos de nuevos escenarios. Y estoy aquí, en este sótano plagado de ratas que carcomen mis llagas.  Ya no recuerdo cuánto tiempo ha pasado desde Halloween, creo que no lo bastante para que el hedor de mi cuerpo descompuesto alerte a algún vecino.  No, yo no quería morir así, tampoco me movía ningún afán protagónico.  Solo vine para contar en vivo una pequeña historia de terror en este cuartucho húmedo y abandonado donde yazgo, atravesado en el vientre por una madera del desvencijado piso en el que se hundieron mis pies.  No, la verdad, ¡yo no quería morir así!

B. Osiris Bocaney

Miedo

Escuché unos gemidos. Una niña al parecer se ahogaba. Mire a todos los lados y nada. La soledad era la que me acompañaba. La soledad y una oscuridad tal que si estiraba las manos no lograría ver la punta de mis dedos.

Un nuevo gemido me erizó la piel, el cabello en la nuca casi chuzaba como agujas de heno.
Otro gemido más, más cerca, más audible casi detuvo mi corazón al galope.
Al cabo de un siglo o de un instante, sentí unos dedos helados que se aferraban a mis brazos. 
Cerré los ojos, apreté mis manos y di un grito estentóreo.
Presurosos llegaron hasta mi cuarto mis hermanos, mi madre y hasta el gato.
Casi los mato del susto.

Patricia Lara P

Ultimatum

Llegó apresurado. Su amante le había dado un ultimátum, o hablaba él o ella se encargaría de abrirle los ojos a la esposa. Estaba cansada de los fines de semana sola. De la vida a la sombra.  Sobre todo porque él constantemente le juraba que no la amaba, que estaba con la esposa por los niños.  ¿Niños? Un perro y dos gatos negros todos, no podían ser considerados como tal.

Hoy treinta y uno de octubre era el día señalado. Así que temeroso como estaba llegó a su casa. Observó a su señora más lacónica que siempre y con una semisonrisa en el rostro un tanto ajado por los años. La otrora bella y respingada nariz hoy arrugada y con una verruga que antaño fuese un coqueto lunar lo sorprendió de golpe. Nunca se había percatado como en ese momento, de que los años habían hecho tantos estragos en ella.
Le dio un beso en la mejilla fría y preguntó si había venido alguien. La respuesta negativa lo dejó sudoroso, pues la mirada le reveló lo contrario.
En ese justo instante notó manchas de sangre en el piso, en las paredes. Vio el cabello de su mujer aún más despeinado. Filamentos de plata brillaban en sus sienes y gotas minúsculas carmesí se deslizaban entre ellas.
Tuvo miedo. Se aterrorizó de tal manera que al dar un par de pasos hacia atrás se resbaló cayendo sobre ella.
Su amante fría y pálida yacía sobre el suelo. Al mismo tiempo que caía y al intentar agarrarse de algo, tomo entre sus dedos una fría y pesada varilla.
Su mujer empezó a chillar, arrojando muebles a diestra y siniestra. Los vecinos llegaron y encontraron al hombre con el arma en las manos, cubierto totalmente de sangre y gritando desaforado. La gente pensó que al ver a su amante con su esposa había enloquecido.
Aún hoy, en la cárcel del pueblo el pobre aun alega su inocencia.

Patricia Lara P

Soltar

 Reflexiones de la nada


Soltar (¿amarras?)
Hace unos tres años voy soltando... No porque nadie me lo dijera, sino porque esta almita mía lo pide a gritos. Pero nos enseñan a agarrar, ¡aprendemos a asirnos a tanto!, que luego duelen las manos (¡duele el apego!) al querer soltar.  

No se me da fácil lo de soltar y flotar. El peso (¿muerto?) de los apegos terrenales -y sus sinsentidos- se anquilosan en las coyunturas (y en las nostalgias). 

 Aún así, siento que voy aprendiendo -muy lentamente, muy a mi ritmo- a dejar fluir (aunque el tarugo del control se me atragante cada tanto).
Pero no, no es fácil eso de entender las mareas de la vida. Eso, de entender que no siempre la ola está en su cresta, especialmente cuando el dolor te mantiene en una espiral de bajamares. No, definitivamente no es fácil, pero ¿por qué tiene que serlo? ¡Es y punto! Y toca, entre pleamar y bajamar, aprender de a poco (o de a mucho) a apreciar la melodía del dejar fluir. Aún así, hay días en que no respiro, en que no "¿fluyo?"... Y eso también está bien, porque no hay medida, porque estoy viva. Porque eso es también parte de no tener el control.  

Y hoy espero, aquí, entre nubes grises y brisa fresca, un pequeño impulso para la danza de este día... A mi ritmo, suelte o no suelte las amarras que reposan en los recodos de este camino que vengo desandando.  

Hoy, con la piel ardida y la melancolía dormida, respiro, me doy tiempo. Espero.

B. Osiris Bocaney

Imposible olvidarme

 Imposible olvidarme

Olvidar a la niña de bucles rubios
De dedo en la boca
De mirada sería
Olvidar a la peque, que se escapaba
La que huía
La que se ocultaba
Olvidar a la chica que leía
Que no quería salir
Y que en su mente fantástica
Construía y reconstruía 
La vida de otros
Olvidar a la joven que sin pensar siquiera se convirtió
En madre y en esposa
Olvidar a la mujer que va envejeciendo 
Paulatina pero constante
A la que escribe y espera
A aquella que no falla
La que finalmente viene por todos.

Patricia Lara P

Ops

El hombre despertó sediento. Ella amablemente le dio agua, le pidió que no se moviera mucho pues estaba herido. Le dio también un tazón con sopa caliente que contenía verduras y trozos muy suaves de carne.

Al día siguiente sucedió más o menos lo mismo. Solo que la herida era un poco más alta. Iba llegando ya a la rodilla.

Patricia Lara P

Como ella es

 Apachurra las cejas

Frunce la nariz

Un gesto pícaro asoma en su sonrisa.

Sus ojos brillan 

Y de pronto la carcajada suena.

Esa es ella.

Así es como ella es.

Un poco loca

Un poco coqueta

Y muy viva.


Patricia Lara P

Azul


Azul

Índigo es una morena.  Es oscura.  Con una oscuridad escandalizante en su alma y -para algún desubicado- en su piel. Azul nocturno como el cielo que no puede -que no quiere- ver.  Oscura su piel, como su pasado que la compele a recluirse entre cuatro paredes, huyendo de las manos del mundo que la señalan, negando la responsabilidad de quienes rasgaron el valor de su integridad.

Azul, como el rastro de los cardenales, como el uniforme de quienes no atendieron su queja, como la pintura descascarillada de aquella sala donde curaron sus heridas físicas y ahondaron las de su alma. 

De niña, Índigo paseaba bajo el brillante cielo azul. Hoy no lo  disfruta.  Se oculta en su piso, aislada y temerosa, añorando el tiempo en que, en la inocente felicidad de la infancia, nada le parecía amenazante. Y teme lo que se esconde en las mascarillas, azules, como el cielo y como el miedo que la embarga al pasar entre tantos extraños que deambulan por esta ciudad tropical en la que (des)habita hace un año.

Y espera, Índigo en la soledad, a que el dolor se vaya.  Y canta en solitario, para que el temor desaparezca.

B. Osiris Bocaney

Rutina de desvaríos (3)

Rutina de desvaríos (3)


Camino entre cisnes blancos salpicada del dulzor y la frescura de las tibias aguas del lago en el que mi gato negro me acompaña.  Me desplazo afablemente entre lirios y nenúfares, vadeando una que otra pequeña roca y respirando  profundo para conservar este olor a nada que aún me queda.  

De pronto, al ritmo de una repentina brisa,  mi gato extiende sus alas y vuela hacia el horizonte.  Suspiro y sonrío, mientras el cisne negro, mi  versátil compañero, maúlla surcando el perlado cielo de esta clara noche de brujas. A lo lejos, el crepitar del fuego, el tintineo de los cascabeles y el tam-tam de los tambores incitan a bailar.  Camino a tientas lentamente, cuidando no tropezar. Me inclino sobre las aguas y mi mano llega al oscuro fondo, el frío me estremece.  Tomo una esponja para amortiguar el goteo del grifo del baño.  Es medianoche y la luna brilla.  Un águila se acerca en vuelo rasante, toma agua en pleno vuelo y rocía mi sábana, dejando un rastro húmedo que me refresca.  Canto.  Cantamos.  Es una larga noche. El gato grazna, maúlla y planea desde la montaña y suavemente se posa en la ventana.  Lo acaricio y le invito a dormir.  ¡Mañana será otro día!

B. Osiris Bocaney

Esa fue la ultima vez que me puso las manos encima

Y esa fue la última vez que me puso las manos encima.  Llegó borracho, últimamente se le había vuelto maña. Al principio me quedaba callada, pero ese día no aguanté más y le recriminé. Envalentonado por el trago y la maña me miró con odio. Luego de que yo seguía con mis argumentos, tratando de no hacer ruido por los niños y por los vecinos se me vino de frente con los puños apretados y mascullando maldiciones. Tuve miedo, el era mucho más grande que yo. Y además un macho sin control debido al alicoramiento y la furia a lo mejor contenida por años. Levanté las manos de uñas largas muy finas y sin querer; únicamente por el reflejo. Le arañé la nariz. Y ahí fue Troya. Arremetió contra mi con los puños cerrados y me descargó un golpe fuerte. Me sentí mareada y me sostuve en el mesón de la cocina. Al hacerlo mi mano sintió el mango de algún elemento de cocina y sin dudarlo se lo empuje entre las tripas. Vi el asombro en sus ojos. Vi que se llevaba las manos al abdomen y que de entre los dedos viva, brillante y alocada fluía sangre a torrenciales cantidades. Me vi, mirarlo asombrada y luego... Al cabo de un tiempo, con el exhalé un muy audible suspiro. Pues si. Esa fue la última vez que me puso las manos encima.

Patricia Lara P

Tengo dos gatos negros

 Tengo dos gatos negros

Sólo la brujas reales los vemos como en realidad son.
Dos magníficos ejemplares negros
Negros como el azabache
Negros como la noche negra
Como el alma negra de los seres malos.
Tengo también un perro negro
Negro, negro.
Negro como la boca negra de la cueva oscura que habito.
Negro como las arañas amargas que incluyo en mis oscuras pócimas.
En unos días
Pocos
O mejor
En unas cuantas noches
Realizaremos de nuevo el rito
Y las canas y arrugas desaparecerán y nos reiniciaremos.
Salud.

Patricia Lara P

Diseñadora de moda para perros

 Hoy Capitán tiene cita con su diseñadora. Por casualidad la conocí ayer. Le va a confeccionar un arnés Antiestrés para que no sufra tanto en la alborada, ya que queman mucha pólvora esa noche.

Miraremos el disfraz de Halloween y otro rojo para el día a día.
Que no se diga que Capitán no es fasionista jajajajaja.

Patricia Lara P

NOTA: La diseñadora jamás salió con nada. Luego se quejan de que emprender es muy difícil.  Claro... emprenden solo de palabra.

Soy pésima ama de casa

 Soy pésima ama de casa. En serio pésima.

En mi hogar hay polvo en algunos rincones, hay aquí y allí, telas de araña. Los baños son cuentos de nunca acabar y ni hablar de la cocina que medio se limpia y al siguiente segundo ya está sucia de nuevo.  Hay vasos y platos desperdigados en muchos y variados lugares.
Si, debo admitir con mucha vergüenza que soy pésima ama de casa.
Lo que también es cierto es que en mi cocina siempre hay comida caliente y deliciosa, que en mi hogar recibimos con los brazos abiertos a propios y extraños. Que mis mascotas son mimadas y muy cuidadas. Que mis hijos a pesar de no haber sido malcriados se saben amados.
También es cierto que soy muy respetuosa de los otros, que cuido mi espacio y el de los demás.
Las personas que me conocen saben que a pesar de mis cabellos revueltos tengo un corazón muy bien puesto y compuesto.
Si, soy pésima ama de casa. Pero si, soy un excepcional ser humano.

Patricia Lara P

El espantapájaros (V1.1)

 Cuentos a Cuatro Manos

*El espantapájaros (V1.1)*

Crecí viéndolo en el huerto de mi abuela. Cada tanto, él estrenaba un sombrero, una camisa, o una bufanda. Alguna vez vi que lucía unas gafas de marcos dorados y lentes rosas. Esos jamás se deslucieron o perdieron su brillo y elegancia. Con ellos notaba que me observaba constantemente. Eran como la luna, jamás lograba perderlos de vista. 
Yo temía acercarme a él, incluso desde antes de ver tantas películas de terror y saber o entender que eran tan malos. Un día, vi que unas aves construían un nido en él. Lo vi cargando sobre sus hombros los polluelos. Lo vi casi acunarlos. Alguna vez, incluso, alcancé a verlo inclinarse y regresar al nido (¿o a la cavidad de su boca?, la verdad, no lo recuerdo) a un polluelo que había intentado alzar el vuelo sin lograrlo.

Empecé a observarlo más y más y el horror que me inspiraba se fue convirtiendo en admiración. Con el tiempo, me recostaba a su sombra a leer una tras otra las historias que a ambos nos encantaban; él disfrutaba enormemente los cuentos de terror inspirados en sus congéneres y yo, de ese extraño olor ferroso que emanaba de sus fibras .

Pasaron los años y ahora son mis hijos los que le cambian su camisa, bufanda o sombrero, comprados especialmente para él. Le gustan los colores brillantes y festivos y, en cada atardecer, podemos verle pavonearse contra el viento, luciendo alegremente sus vestimentas.

Lo único que jamás le hemos podido cambiar son sus hermosos lentes dorado y rosa ni la inexplicable costumbre de manchar sus ropas con sangre por las noches. 

Patricia Lara P/ B. Osiris Bocaney

El espantapájaros

 El espantapájaros


Crecí viéndolo en el huerto de mi abuela. Cada tanto, él estrenaba un sombrero, una camisa, o una bufanda. Alguna vez vi que lucía unas gafas de marcos dorados y lentes rosa. Esos jamás se deslucieron o perdieron su brillo y elegancia. Con ellos notaba que me observaba constantemente. Eran como la luna. Jamás lograba perderlos de vista. Yo temía acercarme a él, incluso desde antes de ver tantas películas de terror y saber o entender que eran tan malos.
Un día vi que unas aves construían un nido en él. Lo vi cargando sobre sus hombros los polluelos. Lo vi casi acunarlos. Alguna vez incluso alcancé a verlo inclinarse y regresar al nido a un polluelo que había intentado alzar el vuelo sin lograrlo.
Empecé a observarlo más y más y el horror que me inspiraba se fue convirtiendo en admiración.
Con el tiempo me recostaba a su sombra a leer una tras otra las historias que a ambos nos encantaban. Disfrutaba enormemente los cuentos de terror inspirados en sus congéneres.
Pasaron los años y ahora son mis hijos los que le cambian su camisa, bufanda o sombrero comprados especialmente para él. Le gustan los colores brillantes y festivos. Lo único que jamás le hemos podido cambiar son sus hermosos lentes dorado y rosa.

Patricia Lara P

Escape


Escape (¿del Infierno?)

Le gustaba hablar y su lengua, entumecida, le negó el placer 
de la palabra viva. Adoraba leer y el dolor de sus ojos, avejentados y entre brumas, le alejó de sus añorados textos. Disfrutaba cantar y su mente, obnubilada y confusa, ya no supo siquiera imaginar un melodía con el tono de su propia voz. Le gustaba cocinar y crear en la cotidiana cocina casera y el abandono del gusto y olfato le sumieron en una oquedad sensorial. Aprendió a abrazar tardíamente y el dolor lacerante de su piel, hipersensible al tacto, le negó el placer del afecto corpóreo. Gozaba de bailar, aún en la soledad, Gozaba de bailar, aún en la soledad, y sus pies, lerdos y adoloridos,  ya no supieron acompasar el ritmo cadencioso de ninguna melodía. Se refugiaba, a pleno sol, en el canto del oleaje allende los malecones, y las autoridades le impidieron viajar, en cumplimiento de la cuarentena.  Adoraba sentir la fresca brisa en su cara, y le obligaron a usar mascarillas.

Un buen día, en la total desnudez de su alma y cuerpo, salió al alba: bañó su blanca piel con los primeros rayos de sol y se adentró -respirando matinales gotas de rocío- montaña adentro, dejando atrás únicamente el rastro de la huella de sus felices pies descalzos. 

Y fue flor, perfume, dulce néctar, fresca brisa y dulce melodía.  ¡Fue!

B. Osiris Bocaney

Mi tristeza

 Mi tristeza  Se dibujará sólo un instante en un brillo o en un oscurecimiento de mi mirada. De ahí en más. Si alguna vez acaso, se asoma po...