Cuentos a Cuatro Manos
*El espantapájaros (V1.1)*
Crecí viéndolo en el huerto de mi abuela. Cada tanto, él estrenaba un sombrero, una camisa, o una bufanda. Alguna vez vi que lucía unas gafas de marcos dorados y lentes rosas. Esos jamás se deslucieron o perdieron su brillo y elegancia. Con ellos notaba que me observaba constantemente. Eran como la luna, jamás lograba perderlos de vista.
Yo temía acercarme a él, incluso desde antes de ver tantas películas de terror y saber o entender que eran tan malos. Un día, vi que unas aves construían un nido en él. Lo vi cargando sobre sus hombros los polluelos. Lo vi casi acunarlos. Alguna vez, incluso, alcancé a verlo inclinarse y regresar al nido (¿o a la cavidad de su boca?, la verdad, no lo recuerdo) a un polluelo que había intentado alzar el vuelo sin lograrlo.
Empecé a observarlo más y más y el horror que me inspiraba se fue convirtiendo en admiración. Con el tiempo, me recostaba a su sombra a leer una tras otra las historias que a ambos nos encantaban; él disfrutaba enormemente los cuentos de terror inspirados en sus congéneres y yo, de ese extraño olor ferroso que emanaba de sus fibras .
Pasaron los años y ahora son mis hijos los que le cambian su camisa, bufanda o sombrero, comprados especialmente para él. Le gustan los colores brillantes y festivos y, en cada atardecer, podemos verle pavonearse contra el viento, luciendo alegremente sus vestimentas.
Lo único que jamás le hemos podido cambiar son sus hermosos lentes dorado y rosa ni la inexplicable costumbre de manchar sus ropas con sangre por las noches.
Patricia Lara P/ B. Osiris Bocaney
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