domingo, 19 de diciembre de 2021

Prendan la luz, que es diciembre

 


¡Prendan la luz, que es diciembre!

Camino por las calles del centro de Caracas alumbrada por los rayos de un sol que ya se aprestan para entregar la guardia a la luna. En medio de mi deambular alcanzo a ver las instalaciones de luces que han sido colocadas en sitios emblemáticos y recuerdo vívidamente las muchas fotografías que mis coterráneos caraqueños publican por estos días, luciendo el alumbrado navideño que engalana a la Ciudad Capital en algunas de sus calles. La Cuadra Bolívar y la plaza del mismo nombre no escapan a este derroche de brillo e iluminación decembrinos. 

Aunque no me siento especialmente festiva por estos días, me contento de ver remozada a mi ciudad y la yo pro navideña se alegra de que por fin se avizoren espacios donde la gente pueda compartir, sonreír y olvidar tantas penurias, aunque sea momentáneamente. ¡Eso me gusta!

Aunque no me siento especialmente agria por estos días, la yo cuestionadora, a quién le gustaría un poco más de equidad, lamenta o se entristece ante el derroche de energía eléctrica focalizado como una especie de fantasía visual que pareciera burlarse y desdeñar el cinturón de miseria y oscuridad que, mientras voy camino a casa, se hacen patentes cuatro cuadras más abajo -de Pinto a Miseria, de Velázquez a Santa Rosalía, y así sucesivamente por estas calles céntricas de mi ciudad-, que alberga pobreza, crisis económica y zonas de tolerancia en las que el brillo y la modernidad de las luces "led" no tiene cabida, no sé si porque no alcanza el presupuesto o la voluntad (o ambas cosas).  ¡Eso no me gusta!

Esta yo que escribe (el conjunto intersección de las otras), la que casi no sale de noche y huye pronto a casa antes de que el bondadoso sol ceda el escenario celeste a Selene y su corte de noctámbulos cocuyos, siente el devaneo emocional entre agradecer ese atisbo lumínico de alegría y el cargo ajeno de conciencia por las muchas ciudades que -a la misma hora que en Caracas refulgen los adornos, las luces y la nocturnidad festiva- padecen el desasosiego de una noche sin luz y sin vista, por decir lo menos.  Y no, no quiero que desaparezca ese brillo, esa festividad y esa alegría, ¡para nada!; lo que sí deseo, de corazón, es que lleguen por igual y persistan iluminación (y energía eléctrica, que no, no son la misma cosa), alegría y prosperidad (especialmente) a Casigua El Cubo, a Barlovento, a Tucupita, El Callao, Villa del Rosario, Carrozalito y Las Mercedes del Llano, ¡que se ilumine mi Venezuela!, con todo lo que la expresión implica, así que ¡prendan la luz, que es diciembre! (y que ya nada la vuelva a apagar).  Eso me gustaría más.

B. Osiris Bocaney

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