¡Prendan la luz, que es diciembre!
Camino por las calles del centro de Caracas alumbrada por los rayos de un sol que ya se aprestan para entregar la guardia a la luna. En medio de mi deambular alcanzo a ver las instalaciones de luces que han sido colocadas en sitios emblemáticos y recuerdo vívidamente las muchas fotografías que mis coterráneos caraqueños publican por estos días, luciendo el alumbrado navideño que engalana a la Ciudad Capital en algunas de sus calles. La Cuadra Bolívar y la plaza del mismo nombre no escapan a este derroche de brillo e iluminación decembrinos.
Aunque no me siento especialmente festiva por estos días, me contento de ver remozada a mi ciudad y la yo pro navideña se alegra de que por fin se avizoren espacios donde la gente pueda compartir, sonreír y olvidar tantas penurias, aunque sea momentáneamente. ¡Eso me gusta!
Aunque no me siento especialmente agria por estos días, la yo cuestionadora, a quién le gustaría un poco más de equidad, lamenta o se entristece ante el derroche de energía eléctrica focalizado como una especie de fantasía visual que pareciera burlarse y desdeñar el cinturón de miseria y oscuridad que, mientras voy camino a casa, se hacen patentes cuatro cuadras más abajo -de Pinto a Miseria, de Velázquez a Santa Rosalía, y así sucesivamente por estas calles céntricas de mi ciudad-, que alberga pobreza, crisis económica y zonas de tolerancia en las que el brillo y la modernidad de las luces "led" no tiene cabida, no sé si porque no alcanza el presupuesto o la voluntad (o ambas cosas). ¡Eso no me gusta!
Esta yo que escribe (el conjunto intersección de las otras), la que casi no sale de noche y huye pronto a casa antes de que el bondadoso sol ceda el escenario celeste a Selene y su corte de noctámbulos cocuyos, siente el devaneo emocional entre agradecer ese atisbo lumínico de alegría y el cargo ajeno de conciencia por las muchas ciudades que -a la misma hora que en Caracas refulgen los adornos, las luces y la nocturnidad festiva- padecen el desasosiego de una noche sin luz y sin vista, por decir lo menos. Y no, no quiero que desaparezca ese brillo, esa festividad y esa alegría, ¡para nada!; lo que sí deseo, de corazón, es que lleguen por igual y persistan iluminación (y energía eléctrica, que no, no son la misma cosa), alegría y prosperidad (especialmente) a Casigua El Cubo, a Barlovento, a Tucupita, El Callao, Villa del Rosario, Carrozalito y Las Mercedes del Llano, ¡que se ilumine mi Venezuela!, con todo lo que la expresión implica, así que ¡prendan la luz, que es diciembre! (y que ya nada la vuelva a apagar). Eso me gustaría más.
B. Osiris Bocaney
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