8 de 9, Patricia:
No llegué, pero ¡nobleza obliga!, así
que acá le dejo el octavo ejercicio, con mi deseo de una muy Feliz Navidad para
todos los que se atreven a leer mis locuras, ocurrencias y vivencias:
Vuelta a las raíces
¡Plas!... ¡Plas!... ¡Plas!... Una a una fueron estallando las luces del costoso pino natural… le fueron siguiendo las brillantes bambalinas, que explotaron mientras los pequeños renos de cera se derretían, alimentando el incipiente fuego, que pronto se convirtió en llamarada. El humo no se hizo esperar. ¡Piiiiii! Un pitido ensordecedor despertó a los habitantes de la casa, que ya dormían en la primera planta de la elegante morada. Era el sensor de humo experimental que Leslie había desarrollado en su proyecto de Ciencias.
Bajaron en cambote. Una andanada de
pisadas y tropezones fue el preludio de un tropel de carreras para apagar el
incendio que ya consumía las fastuosas cortinas y el Belén que tanto dinero
había costado, pues fue encargado con seis meses de anticipación a la
diseñadora de interiores más sonada en la ciudad. Los muebles no habían sufrido
mayor daño y las cortinas podrían sustituirse prontamente con dos o tres
llamadas, pero, ¿y el árbol?... ¿y el Belén?
Ya amanecía y, reunidos en la cocina,
los niños mostraban una tristeza jamás vista, pues no concebían recibir
invitados sin un árbol y un nacimiento exclusivos, como era su costumbre.
Desayunaron en silencio y nadie se atrevía a decir nada. Al verlos, Jessica, su
madre, evocó los años de su infancia cuando –a pesar de tener muy pocos bienes
materiales- podía ser feliz con lo más básico. Suspiró, devanándose entre la
nostalgia de los tiempos idos, la consciencia de los cambios que se habían
operado en su vida y su desasosiego de madre por el pequeño trance presente.
Habían vivido tiempos duros, por eso
este percance se le hacía nimio a sus ojos de adulta, pero enorme, visto desde
la perspectiva del estilo de vida al que habían acostumbrado ella y Leonel a
los niños. Habló por lo bajo con él acerca de los comentarios de los niños por
la exclusividad del árbol y el nacimiento, comenzaron a preguntarse si estarían
haciendo lo correcto, pues ambos eran de origen humilde y no querían que sus
hijos perdiesen la perspectiva. Sólo en ese momento su mirada se ensombreció.
De pronto, a Jessica se le ocurrió una
idea, sus ojos brillaron y recordó su infancia, cuando no tenía nada más que un
pequeño arbolito de Navidad hecho de papel periódico y un nacimiento de papel
maché. Salió corriendo a la biblioteca, tomó las tijeras, todas las revistas de
sociedad que atesoraban por haber salido en las listas de ricos y famosos…
corrió al garaje y buscó un trozo de tela metálica, pega blanca, periódicos
viejos y unas cosas más.
Enseguida, regresó para encontrarse con
la mirada atónita de los niños y la sonrisa cómplice de su querido esposo.
Comenzó a recortar, cuadros de papel, mientras padre y madre contaban de sus
orígenes a los niños y –entre preguntas, risas y lágrimas- armaron el más hermoso
y exclusivo árbol con recortes de revista y un nacimiento único y totalmente
novedoso para ellos. Leslie usó sus circuitos de la clase de Ciencias para
iluminarlos; Richie, por su parte, con sus cualidades artísticas acabó el
decorado y la ambientación y felices, lograron pasar los mejores momentos que
jamás pudieran recordar. Desde ese momento, la Familia Oneroso tuvo un enfoque
más familiar del encuentro navideño y se sintieron mucho más cercanos entre
ellos, dejando de lado el materialismo y volviendo a lo esencial: ¡el cariño de
los seres queridos!
B. Osiris B.
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