jueves, 25 de diciembre de 2014

Una Estrella de atraco



7 de 9, Patricia:
Séptimo ejercicio con aire urbano... ¡a ver qué resulta!... Me quedan dos, puedo parirlos, pues están en gestación las ideas... pero otras cosas me ocupan, así que creo que ahí quedan... ¡el deber me llama, pero le dejo a este niño pa´que lo críe, jajajaja!

Una Estella de atraco

Suena la última campanada llamando a misa. Estella se levanta enfurruñada, coge un cuenco de agua, humedece su cabello, recoge los cartones –casa y cama de su nómada estadía- y, resuelta a sonreír de nuevo a esta vida de penurias que en su mundo no existe, toma un espejo partido que sólo arroja el reflejo de la mitad de su rostro. Se levanta el copete, sonríe, da una segunda sacudida a los cartones que apila al borde del barranco que es su morada. Con un brinco de gacela, salta la barda que separa el barranco de la autopista. Camina por la orilla de la vía rápida en sentido contrario al flujo vehicular. Hurga en el fondo de lo que ella llama su “bolso de mano” –un andrajoso vestigio de lo que fuese una cartera Louis Vuitton- y saca con una mirada pícara, imitando las poses de una streapper, un pequeño traje de Santa, muy femenino y sensual y opuesto totalmente en estilo y estado de conservación al bolso que ha sido su reservorio.
Estella sonríe al percatarse que el tráfico se detiene para ver su show. Se posa en la rama en una mata de guayaba que crece a la vera de El Guaire con la habilidad de una joven malabarista y en un dos por tres, la andrajosa limosnera se convierte en una sensual “Santa Claus” que causa una congestión fenomenal en la autopista. Se oyen carcajadas de los choferes, las mujeres gritan y uno que otro atrevido grita: “¡esa tipa está de atracoo!”. Se oyen silbidos, gritos aupando a la revelación del día.
En dos brincos, se baja de la rama, hace una reverencia y –hurgando de nuevo en el mágico bolso- saca un megáfono, y grita: “Feliz Navidad”. La gente, entre impresionada y divertida, no logra asimilar la sorpresa de ver surgir de entre los vehículos más de una docena de duendecillos –jóvenes adolescentes- que, pistola en mano, arrancan celulares, carteras y cuanta pertenencia de valor tengan a mano pilotos, copilotos y demás acompañantes.
Otros dos brincos, de vuelta al árbol Stella vuelve a dar el show con sus erectos senos al aire. ¡Más sorpresa!, suena una sirena. Sensación colectiva de alivio ante la posible presencia policial. Desaparecen los duendes en una carrera. Entre los senos y la sirena nadie los vio partir. La gente comienza a bajar de los vehículos. Una moto. Sirena más cercana. Un frenazo anuncia a un motorizado ataviado de Santa, a juego con el traje de la comandante de la banda “Los Navideños”, muy buscada en las últimas semanas. Otro brinco de Estella quien, con una gran carcajada, de acróbata nudista, se torna en “parrillera” del recién llegado. Cierra el show gritando: ¡Feliz Navidaaad!... y se pierden por las callejuelas de la ciudad, aprovechando el tráfico y la confusión.
B. Osiris B.

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