Era evidente que no la había olvidado. A pesar de los años, a pesar del tiempo transcurrido, de las canas que brillaban en sus antes negros cabellos, de las pequeñas arrugas rodeando sus ojos, del incremento en la grasa corporal; ahí estaba. Con la misma mirada en sus ojos, con los brazos prestos al abrazo, con la calidez y afecto en el trato y el amor bailando en su sonrisa.
Siempre había sido así. No
había forma de que el cariño hubiera muerto a pesar de la distancia y del
tiempo. Estaba vivo, intacto y ahora, él había vuelto para recuperarla.
Patricia Lara P.
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