(Un cuentecito muy plano, pero adecuado para la época)
Nació con ese
instinto malsano de al principio ser molesto pero luego ya malvado.
Disfrutaba viendo como los rostros de las personas, ante su presencia se
tornaban hostiles. En realidad no quería ser odiado, pero solo al llegar
a un sitio, las risas en las caras de las gentes se transformaban y hasta el
perro y el gato corrían a ocultarse tras una silla por lo menos.
Desde niño había
buscado motivo para ser desterrado del resto del mundo y claro no lo había
logrado pero no porque no hiciera su mejor esfuerzo.
Un día, al ver ante
sus ojos transformarse la gente; tomó la decisión de hacerse bueno. Él ya
era bueno en lo que hacía, pues era un experto en causarle malestar y hasta
pavor a la gente. Pero en realidad decidió tomar un rumbo más
agradable. Deseaba ser querido por muchos.
Se dio a la tarea
de ayudar a los ancianos en sus múltiples cosas, en prestarles atención a lo
que hablaban; así lo hubieran repetido muchas veces. Compartió dulces y
juegos con los niños y al cabo de muy poco tiempo logro borrar los malos
recuerdos que de él había y se hizo querer mucho por todos.
Hoy; es el alma de la fiesta, los
rostros sonríen aún más cuando lo ven y recibe abrazos y cariño a granel.
Patricia Lara P.
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