Estaba de pie en esa caserón. Mirando a todos lados pues era un sitio totalmente desconocido. De pronto; como de la nada, o del viento que no lograba entrar por la ventana, vio aquellas dos mujeres. Trajes largos, ojos tristes, manos esqueléticas en la que traían unos documentos. Sin mediar palabra se los entregaron y sin pensarlo también los recibió.
Eran un par de
contratos de servidumbre, querían que los firmara y sin saber cómo, logró
obtener de ambas tiempo para leerlos. Y así como llegaron, ambas
desaparecieron.
Ahora, de día, observa
el par de documentos. Son viejos, a su modo de ver podrían tener cien
años. Intenta leerlos pues se le dificulta por la forma caduca del
lenguaje en que fueron escritos. Pero entiende que desean un sueldo, que exigen
un día de descanso, que piden que las atienda un médico si se enferman y que
desean también casarse, tener una vida personal familiar y no solo laboral.
Han quedado en
regresar a la misma hora y ella planea irse antes de que eso suceda, pero sin
darse cuenta el día se hace noche y al notarlo, se asusta mucho. Corre
por aquella casa encendiendo luces, intenta abrir la puerta que da al patio y
no puede; todo lo que la pueda conducir hacia afuera está bien cerrado.
Tiene tanto miedo que desea que todo sea una pesadilla y despertar de aquel mal
sueño.
Lo logra; y se siente aliviada un
momento; pero intuye que al volver a dormir el sueño continuará y todo
regresará cíclicamente a causarle pavor.
Patricia Lara P.
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