Patricia,
acá va el primero de los nueve prometidos... ¡a ver si llego, jajajajaja!
Personas sensibles, abstenerse de seguir leyendo este pequeño ejercicio literario, ¡jajajajaja!
Personas sensibles, abstenerse de seguir leyendo este pequeño ejercicio literario, ¡jajajajaja!
¡Crack!
Nunca imaginó que aquél sonido seco
trajese tantos desastres en fracciones de segundos… Cinco minutos antes, Eloísa
se hallaba convenciendo al promotor del centro comercial para hacer su pequeña
locura: ¡simular que se sentaba en las piernas de Santa y tomarse una foto como
si de una infante se tratara! Todo estaba muy lindo, el espacio despejado y no
había niños a quienes atender, por lo que vencer la resistencia del promotor
fue una tarea relativamente sencilla. A sus escasos veintiún años, no pensaba
que fuese muy tarde para realizar su fantasía navideña y ahora estaba a un “sí”
de lograrla.
Con Santa no hubo problemas, pues
resultó ser un gañán de unos cuarenta y tantos años que se emocionó al ver el
entusiasmo de aquella joven anatomía que deseaba sentarse en sus piernas.
Con lo evidente de la locura de una
chica tan grande a punto de sentarse en las piernas de Santa, varias familias
se habían detenido a mirar… en el fondo, junto a una tienda de chocolates, una
o dos parejas reían ante la ocurrencia de esta chica y esperaban a la
expectativa, como queriendo imitar tal aventura. Se fue cerrando el círculo y
ya todos, expectantes, animaban a Santa a aceptar el reto. El viejo pascuero se
pavoneaba con una discreción imperceptible, ¡estaba pletórico por participar en
algo como aquella propuesta! Después de todo, hoy sólo había lidiado con niños
llorones y madres frustradas que obligaban a sus hijos a sentarse en las
piernas de un extraño que no lograba controlar sus reacciones eréctiles ni
siquiera ante un niño que le había derramado helado en la entrepierna.
¡Esta oportunidad era de oro y la
euforia lo invadía! Fue tanta la impresión por su momento protagónico que,
haciendo alarde de sus habilidades de fortachón, la llevó en brazos hasta el
pie del gran árbol, la condujo hasta el mullido sillón que había junto a la
chimenea ambientada para las fotos y la posó suavemente en el piso. Eloísa
apenas podía respirar y no dejaba de mirar los azules ojos de aquel Santa que
ahora se le hacía tan sexy.
Al momento de tomar la foto –sentado en
su lugar tradicional- nuestro caballero del traje rojo ya no se pudo controlar:
insistió una y otra vez en que ella podía sentarse en sus piernas. Avergonzada,
Eloísa se negó una y otra vez, pues el acuerdo era simular la sentada y tomar
la foto. Insistiendo nuevamente, el Santa de alquiler le guiñó un ojo y, ante
el sonrojo de Eloísa, rozó su mano, la atrajo hacia él y de un tirón la hizo
sentarse sobre sus piernas. La chica apenas pudo reaccionar y fue a dar justo
donde el imprudente Santa Claus había previsto. ¿Lo siguiente? Lo siguiente era
un ¡CRACK!, y esto. Lo siguiente eran sus manos tratando de detener la
hemorragia, los gritos espantados de la gente y la cara aterrada de un lívido
Santa Claus que apenas podía creer que estaba unido a una completa extraña por
una estaca que había saltado del sillón atravesándolos a ambos por el muslo.
Oía gritos en la lejanía y se sintió desfallecer justo cuando frente a su cara
pasaba un trencito de juguete, comandado por un duendecito de orejas largas y
traje rojo con verde, cantando “we wish you merry Christmas, we wish you merry
Christmas…” Otro ¡CRACK! Santa perdió fuerza bajo su cuerpo. ¡Se desmayaba el
gañán!
Una caída brusca. Un breve momento de
lucidez. Un golpe seco contra el entarimado. Una horrenda sensación de quemarse
desde las entrañas. Más gritos en la lejanía, o así creía ella. Eloísa quiso
llorar… El tren se perdía en la curva debajo del árbol, “we wish you merry
Christmas, we wish you merry Christmas…” Corría la gente, el tren, su sangre…
¡and a happy new year!
B. Osiris B.
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