-¡Ay doña Patri! qué bueno encontrármela es que necesito un gran favor.
-¿Qué más Marielena? ¿En qué le puedo ayudar?
-Doña Patri, como yo sé que usted tiene muchos amigos en el exterior a
ver si me ayuda a conseguir una "Mala Muerte*".
-¿Qué es eso?
-Una santa muy milagrosa de México doña Patri. Es que como los
santos de aquí no sirven pues le he pedido y les he pedido unos favores que
necesito y nada. Pues esa santa a lo mejor si me ayuda.
-¿Y cuáles son los santos de aquí que no le han servido?
-Los de aquí doña Patri y no se me haga la loca que usted bien sabe cuáles
son.
-No Mari, lo que pasa es que aquí no tenemos santos (En aquella época aún
no habían canonizado a la madre Laura)
-Pero Mari, deje de hablar bobadas y cuénteme cuales son los favores que
los santos no le han hecho.
-Estoy sin plata para arreglar el techo de mi casa y se me va a caer
encima y no sé qué hacer.
-Pero Mari, si esa casa es de apartamentos y es cierto que el techo esta
sobre el suyo, pero también es cierto que si se cae, las otras viviendas y
familias se van a ver afectadas. ¿Ya habló con ellos?
-No doña Patri, esa gente es horrible, ni siquiera los saludo y no les voy a decir.
-Lo cierto del caso Mari es que usted le pide a sus santos y no hace
nada. Recuerde que a Dios rogando y con el mazo dando. Tiene que
hablar con sus vecinos y dejar de hablar tantas bobadas que hasta pecado será. A Dios hay que pedirle pero también hay que
ayudarse actuando. Porqué él solito no va a poder Mari.
Lo cierto del caso es que la mujer se fue muy enojada porque no le ayudé
a conseguir su santo y lo que se llevó a su casa fue según ella entendió, un
regaño.
Pasó una semana y de pronto el teléfono. Vi que era Marielena y le
respondí pensando que me llamaba para venir a mi casa a hacerme las uñas y a
tinturarme el cabello, pero ella quería hablar conmigo.
-Doña Patri es que necesito contarle algo pero no me regañe de nuevo.
-Me imaginé lo peor. Pero le dije que me contara tranquila.
Empieza ella; yo me fui muy enojada ese día con usted, pero pensando y
cuando estaba en la casa oí que se abrió la puerta del segundo piso. Así
que corrí a la mía, la abrí también, salude a la señora y le dije que si
podíamos hablar que por favor subiera a tomarse un tintico**. Le pedí que
llamara también a la del primer piso. Ya las tres en la sala tomando un
cafecito les conté el problema que "teníamos", les mostré mi casa y
el techo y las humedades y ellas dijeron que eso había que solucionarlo lo más
pronto posible sino se iban a caer los apartamentos.
¡Dios mío! Yo no tenía para pagarlo todo, pero la parte que me
corresponde sí. Y ya se hizo el arreglo.
Eso ya tuvo solución doña Patri,
muchas gracias.
-Qué bueno Marielena, me alegro mucho. ¿Le quedó un aprendizaje de
esto?
-Ay doña Patri no me vaya a regañar.
-No Mari, solo quiero saber si aprendió que las cosas hay que pedírselas
a Dios pero que también debemos tomar acciones para solucionarlas.
-Si doña Patri, ya sé que hay que saber pedir, pero que también nos
debemos ayudar.
-Bueno
Mari, me alegra mucho eso. Me parece incluso más importante ese
aprendizaje que haber solucionado el problema del techo.
Patricia Lara P.
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