martes, 9 de septiembre de 2014

Una conversación





-¡Ay doña Patri! qué bueno encontrármela es que necesito un gran favor.
-¿Qué más Marielena? ¿En qué le puedo ayudar?
-Doña Patri, como yo sé que usted tiene muchos amigos en el exterior a ver si me ayuda a conseguir una "Mala Muerte*".
-¿Qué es eso?
-Una santa muy milagrosa de México doña Patri.  Es que como los santos de aquí no sirven pues le he pedido y les he pedido unos favores que necesito y nada.  Pues esa santa a lo mejor si me ayuda.
-¿Y cuáles son los santos de aquí que no le han servido?
-Los de aquí doña Patri y no se me haga la loca que usted bien sabe cuáles son.
-No Mari, lo que pasa es que aquí no tenemos santos (En aquella época aún no habían canonizado a la madre Laura)
-Pero Mari, deje de hablar bobadas y cuénteme cuales son los favores que los santos no le han hecho.
-Estoy sin plata para arreglar el techo de mi casa y se me va a caer encima  y no sé qué hacer.
-Pero Mari, si esa casa es de apartamentos y es cierto que el techo esta sobre el suyo, pero también es cierto que si se cae, las otras viviendas y familias se van a ver afectadas.  ¿Ya habló con ellos?
-No doña Patri, esa gente es horrible, ni siquiera los saludo  y no les voy a decir.
-Lo cierto del caso Mari es que usted le pide a sus santos y no hace nada.  Recuerde que a Dios rogando y con el mazo dando.  Tiene que hablar con sus vecinos y dejar de hablar tantas bobadas que hasta pecado será.  A Dios hay que pedirle pero también hay que ayudarse actuando.  Porqué él solito no va a poder Mari.
Lo cierto del caso es que la mujer se fue muy enojada porque no le ayudé a conseguir su santo y lo que se llevó a su casa fue según ella entendió, un regaño.
Pasó una semana y de pronto el teléfono.  Vi que era Marielena y le respondí pensando que me llamaba para venir a mi casa a hacerme las uñas y a tinturarme el cabello, pero ella quería hablar conmigo.
-Doña Patri es que necesito contarle algo pero no me regañe de nuevo.
-Me imaginé lo peor.  Pero le dije que me contara tranquila.
Empieza ella; yo me fui muy enojada ese día con usted, pero pensando y cuando estaba en la casa oí que se abrió la puerta del segundo piso.  Así que corrí a la mía, la abrí también, salude a la señora y le dije que si podíamos hablar que por favor subiera a tomarse un tintico**.  Le pedí que llamara también a la del primer piso.  Ya las tres en la sala tomando un cafecito les conté el problema que "teníamos", les mostré mi casa y el techo y las humedades y ellas dijeron que eso había que solucionarlo lo más pronto posible sino se iban a caer los apartamentos. 
¡Dios mío!  Yo no tenía para pagarlo todo, pero la parte que me corresponde sí.  Y ya se hizo el arreglo.
Eso ya tuvo solución  doña Patri, muchas gracias.
-Qué bueno Marielena, me alegro mucho.  ¿Le quedó un aprendizaje de esto?
-Ay doña Patri no me vaya a regañar. 
-No Mari, solo quiero saber si aprendió que las cosas hay que pedírselas a Dios pero que también debemos tomar acciones para solucionarlas.
-Si doña Patri, ya sé que hay que saber pedir, pero que también nos debemos ayudar.
-Bueno Mari, me alegra mucho eso.  Me parece incluso más importante ese aprendizaje que haber solucionado el problema del techo.
Patricia Lara P.

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