Recordé una de las muchas anécdotas que se contaban en casa, en los
momentos en que había una enseñanza que dar, o cuando nos íbamos a la cama para
entretener el sueño.
Cuenta la historia que Iba un arriero por el camino y paraba en alguna
de las pocas casas que había o bien para vender algo o bien para mercarlo pues
el negocio de ellos era la compra-venta de elementos para la vida cotidiana o
alimentos.
Cuando
se despedía le preguntaban al hombre; para dónde iba y no siendo muy religioso
decía sencillamente: “Voy para Manizales, para Medellín, paso por la Dorada, etc.,
etc." La persona que sí lo era generalmente. Replicaba completando la oración: “Si Dios
quiere" y nuestro arriero respondía al momento; "y si no quiere
también porque las mulas son mías".
Patricia Lara P.
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