jueves, 26 de abril de 2012

Érase que era

Érase que era,

una viejita que en un rincón lloraba.

Vestida de rojo,

llorosos los rojos ojos,

por un amor perdido

entre alcohol y una rocola

historias idas narraba,

de un lobo errante y nocturno

que en una noche de invierno

la arrancó de su jardín y

se la llevó al Averno.

Entre farras, juerga y murga,

la juventud se le iba

y se despertó un buen día

triste, sola y desvalida,

con su caperuza a cuestas

y con el corazón cual cesta

vacía y desvencijada.

De aquello no queda nada,

el lobo errante se ha ido

y con el corazón partido

a ella la ha abandonado.

Y, como sola ha quedado,

llora, de perlas, un río;

sentada, llora la ausencia

del amor que se le ha ido

y, entre trago y trago, recuerda

que bella, ágil y serena

fue ella la niña de otrora,

la mujer triste que ahora

en alcohol ahoga sus penas.
B. Osiris B.

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